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La práctica docente: entre la añoranza y la obstinación.



Publicado por: Karina Alejandra Cruz Pallares en

diciembre 21, 2020 1773 Visitas



Por: Karina Alejandra Cruz Pallares.

 

Entre los diversos escenarios creados sobre el imaginario docente, las prácticas profesionales realizadas por los estudiantes de las escuelas normales no eran ni de manera remota mediadas por la tecnología y el uso del internet, donde se trabaja principalmente con las madres de los niños y de manera ocasional con los padres, a quienes se les entregan materiales y se les brinda asesoría e instrucciones para dar continuidad con el proceso educativo a distancia.

 

El quinto semestre de la Licenciatura en Educación Primaria, según lo estipulado en el plan de estudios llega al término de la última jornada de práctica docente, donde las experiencias oscilan entre la añoranza de una normalidad suspendida por la contingencia sanitaria, con niños y un docente titular que comparten espacio en un aula, a la cual se integra el normalista como practicante por un tiempo determinado, de manera que esté en posibilidades de aplicar lo planeado y contrastar con los elementos teóricos estudiados.

 

escuela en casa

 

Prácticas donde la obstinación adquiere diversos rostros, uno de ellos inclinado al abordaje de actividades que lleven a la consolidación de competencias, donde es evidente que “La covid-19 no detuvo la inercia escolar, sólo la sacó de la escuela y la puso en la casa” (Plá, 2000, p. 34), sin considerar otras alternativas como variar los aprendizajes y ajustarlos a las necesidades de vida, manejo de emociones, del estrés, salud integral, vida en el hogar, entre otras; debido a la presión ejercida desde la propia Secretaría de Educación Pública que demanda el avance programático y la comprobación del mismo, lo que conlleva a un aumento de las funciones administrativas del docente ya sobrecargado.

 

Entre la variedad de realidades los profesores programan clases en línea, cuando los niños pueden acceder y se buscan otras alternativas como el uso de mensajerías instantáneas en los casos en los que el contacto se imposibilita, operando bajo el supuesto de que se cuenta con los modos y medios tanto tecnológicos, de conexión a internet, “así como las capacidades humanas necesarias para asesorar en temas científicos, humanísticos y artísticos” (Casanova, 2020, p. 10).

 

En estas circunstancias las experiencias reportadas por los jóvenes estudiantes son diversas, todas complicadas por los horarios y días diluidos por la distancia y el ajuste a las necesidades personales de cada una de las familias de los niños, con jefas de familia (en la totalidad de los casos en cuestión) que buscan ayuda para comprender y poder dirigir en el hogar las actividades; unas con angustia evidente, cortesía y agradecimiento ante la disposición de los normalistas quienes les brindan atención personalizada; otras con exasperación y reclamos ante la interpretación de un exceso de trabajo, donde argumentan que la escuela de sus hijos no es su única actividad; otras más, con preocupación y frustración al no contar con los recursos para atender las indicaciones educativas.

 

Los eventos suscitados se explican desde diversas aristas, las cuales tienen que ver en su mayoría con las condiciones familiares. El INEGI, refleja en sus datos que en Chihuahua el promedio de escolaridad de la población de 15 años y más es de 9.5 años y es incluso ligeramente superior a la media nacional que es de 9.2 años (2000a). Por otra parte el porcentaje de las viviendas en el Estado que disponen de internet es del 36.8% (INEGI, 2020b) y la calidad del servicio en las áreas rurales dista mucho de la que se oferta en la ciudad, siendo (según lo reportado por los propios estudiantes) de baja calidad e inestable.

 

En este mismo sentido otro problema lo constituye la tecnología para tomar las clases en línea y en el caso de dos o más hijos, el poder otorgar una computadora a cada uno de ellos. Las cifras reflejan que el 38.3% de los hogares en Chihuahua cuentan con una computadora y el 85.7% disponen de al menos un teléfono celular (INEGI, 2020b). En este último caso de los teléfonos celulares se requiere también el tener un plan tarifario o saldo disponible para emplearlo como medio de contacto con los profesores de los hijos, de manera que puedan recibir indicaciones y enviar evidencias de aprendizaje.

 

Ante este panorama, las familias que cuentan con las condiciones óptimas para apoyar a sus hijos son escasas. La realidad imperante del normalista demanda un alto nivel de desgaste y estrés, derivado del tiempo previo de planificación; de recepción, registro y retroalimentación a quienes se ocupan de enviar las tareas solicitadas, de evaluación o valoración; lo que se traduce en las múltiples horas frente a una computadora y eso sin mencionar que muchas de las carencias de conectividad y disponibilidad de equipo tecnológico, son situaciones comunes también en las escuelas normales.

 

Por lo cual, “La realidad inédita que vivimos invita a pensar cómo aprovechar esta situación para impulsar otro tipo de aprendizajes y otra forma de aprender” (Díaz-Barriga, 2020, p. 26), donde se priorice el bienestar colectivo, el logro de aprendizajes significativos, el despliegue de las capacidades con las que se cuenta, el apoyo para las familias, las comunidades y los colectivos escolares que viven una compleja situación generada por la pandemia del COVID-19.

 

Referencias

Casanova, H. (2020). La escuela ausente, la necesidad de replantear su significado, en J. Aguilar, A. Alcántara, F. Álvarez, R. Amador, C. Barrón & M. Bravo et al., Educación y pandemia. Una visión académica (pp. 115-122). Ciudad de México: IISUE/UNAM.

Díaz-Barriga, A. (2020). Presentación, en J. Aguilar, A. Alcántara, F. Álvarez, R. Amador, C. Barrón & M. Bravo et al., Educación y pandemia. Una visión académica (pp. 115-122). Ciudad de México: IISUE/UNAM.

Plá, S. (2020). La pandemia en la escuela: entre la opresión y la esperanza, en J. Aguilar, A. Alcántara, F. Álvarez, R. Amador, C. Barrón & M. Bravo et al., Educación y pandemia. Una visión académica (pp. 115-122). Ciudad de México: IISUE/UNAM.

INEGI (2020a). Encuesta Intercensal 2015. Recuperado de https://www.inegi.org.mx/app/tabulados/interactivos/?px=Educacion_05&bd=Educacion

INEGI (2020b). Porcentaje de viviendas particulares habitadas que disponen de Internet (Porcentaje), 2015. Recuperado de https://www.inegi.org.mx/app/indicadores/?t=01200020&ag=08#divFV6207019042

 

* Profesora investigadora de Chihuahua. Pertenece al SNI. Perfil PRODEP desde 2013. Socio COMIE.

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