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Normalismo, escritura y fraude académico.



Publicado por: Alberto Sebastián Barragán en

junio 29, 2023 1841 Visitas



Por: Alberto Sebastián Barragán*

 

Ese apetito de libros y los precios que se llegaban a pagar por ellos, atrajeron a pícaros y falsificadores. Ofrecían rollos de falsos textos valiosos, envejecían el papiro, fundían varias obras en una para aumentar su extensión e inventaban toda clase de hábiles manipulaciones.
Irene Vallejo.

 

El principio fue la palabra

Las evidencias más antiguas de la expresión escrita se han identificado entre los años 3500 y 3000 a. de C., son vestigios en Oriente Medio, atribuidos a los sumerios, quienes crearon una escritura pictográfica, que posteriormente se transformó en cuneiforme (UANL, 2001). Las primeras civilizaciones, con sostenimiento en actividades agrícolas, consolidaron sus lenguajes y los primeros sistemas de escritura, al tiempo que iban desarrollando otras muestras culturales, tecnológicas, inventos, ritos y tradiciones.

 

La cultura escrita, desde su nacimiento, fue uno de los principales caminos del desarrollo de las sociedades, y conforme fue madurando se convirtió en un producto de cambio. Por tratarse de una muestra tangible del pensamiento, hubo esfuerzos de la dinastía de los Ptolomeos, reyes griegos en Egipto, por convertir a la ciudad de Alejandría en un referente de prestigio dentro de los reinos helenísticos (Estrugas, 2005), y ese impulso propició la aspiración por tener todas las expresiones escritas en la Biblioteca de Alejandría, esa avaricia generó las primeras muestras de fraude, como nos lo narra Irene Vallejo (2022) en el epígrafe con que se abre este artículo.

 

La escritura es conocimiento, y como tal, ha sido el fundamento de las civilizaciones y las etapas históricas. Del mismo modo, el desarrollo humano está basado en el conocimiento, aprehendido mayoritariamente por el lenguaje que se desarrolla desde las familias y se formaliza con las instituciones educativas. La cultura escrita es la base del desarrollo científico y humanístico, para todas las sociedades; y también lo es para todas las trayectorias educativas, que culminan en una profesión, o se especializan en posgrados.

 

 

Las palabras y la academia

En las Escuelas Normales la redacción académica es un proceso formativo que se configura como la base de la interiorización de referentes teóricos, apropiación de los contenidos disciplinares, y construcción de los fundamentos indispensables para las actividades prácticas. En todos los planes de estudio, desde la anterior Normal elemental, las Licenciaturas en educación (de todos los Planes de estudios), hasta los Posgrados que se ofrecen en algunas Escuelas Normales, la consulta y escritura de textos académicos son las actividades preponderantes en la preparación profesional de los maestros.

 

Todos los cursos de todos los semestres, establecen referencias básicas y complementarias, con la intención de que por medio de su lectura y tratamiento se provean líneas de análisis sobre temas sustanciales de la docencia, generen acercamientos conceptuales y aproximaciones prácticas a la realidad educativa. Como complemento, se solicita que cada docente en formación sea partícipe de la escritura académica, por medio de la elaboración de informes o redacción de textos de análisis, posturas críticas, o versiones sintetizadas de los referentes esenciales de cada licenciatura.

 

Debido a que el conjunto de escritos académicos, son la principal puerta de entrada hacia el conocimiento educativo formal, validado por las comunidades de especialistas, desde los Planes 2012 y 2018, se ha acentuado la presencia de la literacidad, para la formación docente. Inicialmente, la primera acepción de literacidad alude a alfabetización, sin embargo, se ha complementado su connotación, y se trabaja con la noción de literacidad académica, que implica aprender a leer y a escribir textos académicos; por lo tanto, se han diseñado cursos en donde se fomenta explícitamente la consulta y producción de textos.

 

Al respecto, Gregorio Hernández (2016), establece equivalencia entre alfabetización académica o literacidad académica, y las define como prácticas discursivas, que “son a la vez lingüísticas, cognitivas y retóricas, e incluyen de manera inseparable los actos de leer, escribir, hablar y pensar de acuerdo con los marcos y convenciones de las comunidades y disciplinas académicas” (p. 19).

 

Esta competencia, o dominio de saber (según el Plan de estudios), determinará el desempeño de cada docente en formación, y los hace usuarios efectivos de la consulta de todas las referencias posibles, y la producción de los textos en los formatos que se les piden como evidencias de los cursos de su carrera profesional, y de su Trabajo de titulación.

 

Como complemento empírico a estas líneas de análisis se aplicó una encuesta por internet, donde participaron 25 docentes que laboran en 15 Escuelas Normales del Estado de México, y muestran una gran diversidad en años de servicio y en experiencia en la impartición de cursos en Educación Normal, como se aprecia en la Tabla 1.

Tabla 1

 

Es importante mencionar que un docente con muchos años de servicio, trabajó con distintos planes de estudio, con muchos contenidos y con diversos tipos de trabajo escrito; su experiencia y conocimiento son vastos. Sin embargo, es frecuente que los maestros que cuentan con muchos años de servicio tengan menos dominio de recursos tecnológicos asociados a la escritura académica. No es una generalidad, pero son fenómenos que ocurren en las instituciones de educación superior.

 

A los docentes encuestados se les consultó sobre qué trabajos de producción escrita les solicitan a sus alumnos. Del total de 25 maestros encuestados, en suma, mencionaron 86 respuestas, que se concentran principalmente en Ensayos (20) e Informes (9). Las demás respuestas coinciden en Tipos de texto, o en Artículos de opinión, Reportes de lectura o Consulta de información. En la Figura 1, aparece una nube de palabras, donde se vaciaron las 86 respuestas, y se puede percibir la diversidad y la recurrencia.

 

 

Figura 1. Nube de palabras: recurrencia de las respuestas.

00000 - Nube

Fuente: elaboración propia, con uso de la página https://www.nubedepalabras.es/

 

 

Las respuestas coinciden por las evidencias que prescriben los programas de los cursos, y las variaciones obedecen a los estilos de los maestros, a su experiencia, o a su perfil profesional, o años de servicio. Los trabajos escritos solicitados son convencionales en las instituciones de educación superior, sin embargo, otro de los retos consiste en la evaluación de los trabajos solicitados, lo cual, implica pericia en los docentes, y también les genera múltiples experiencias.

 

 

Leer, escribir, referenciar

La lectura de textos académicos demanda tiempo de los estudiantes normalistas, interés por aclarar palabras y temáticas no conocidas, empeño y concentración. Pero lo más importante es que, como estudiantes de educación superior, asuman la responsabilidad de alcanzar el perfil de egreso de la Licenciatura que cursan.

 

Detrás de las actividades de lectura, están las historias de los alumnos, sus trayectorias biográficas en los niveles anteriores, experiencias culturales, apreciación estética, participación artística, disfrute de la literatura, etcétera. A su escritura, también subyacen, además de experiencias y libros consultados, sus principios y valores, que en mayor o menor medida son el respaldo moral de sus acciones en todos los ámbitos en que se desarrollan.

 

En la elaboración de trabajos académicos, cada docente en formación, pone en juego sus competencias, moviliza sus saberes, echa mano de su curriculum oculto, se conduce con apego a sus habitus y principios, para desarrollar cada consigna. Como todo texto académico requiere de intertextualidad, es decir, fundamento de los planteamientos propios con base en las ideas de especialistas en la materia, es necesario fortalecer en los estudiantes un sistema de referencias o aparato crítico. Las nociones del formato académico se trabajan desde educación secundaria y bachillerato, donde realizaron ejercicios para aprender a citar o parafrasear textos, con el reconocimiento de la autoría.

 

Un trabajo académico, fundamentado en referencias básicas o complementarias, es una actividad, o evidencia, que promete un aprendizaje en quien lo realiza. Sin embargo, es posible que se omita mencionar al autor del texto consultado, por error o por dolo. Por lo tanto, es trascendental reconocer que “citar fragmentos de otros textos denota madurez y trabajo previo (…) Lo que sí constituye una falta grave es copiar textos sin citar quién los escribió, ya que eso equivale a hacer pasar por propias las ideas de otros” (Estellés y Cabedo, 2011, p. 444).

 

En educación superior es fundamental trabajar la producción intelectual, que tiene como base la trayectoria educativa de cada estudiante, donde la lectura y la escritura tienen una presencia desigual pero permanente en todos los campos formativos. En educación básica, la tarea consistía en comprar una monografía, o biografía, y registrar la información que en ella se consultaba. Las tareas de la primaria quedaban como una consulta con ilustraciones y “la copia”, era calificada positivamente.

 

Catalina Inclán (2023) encontró, entre las causas del plagio en bachillerato, que los alumnos lo hacen porque les solicitan una cantidad muy grande de trabajos, les piden tareas que necesitan copiar y pegar, hay ausencia de revisión, y no hay retroalimentación. Es imperante subrayar las prácticas de plagio en todos los niveles, para prevenirlas.

 

En ese sentido apuntaba la última interrogante ¿cómo identifica y combate el plagio académico? A lo que los informantes dieron respuestas que se pueden ubicar en tres momentos de la escritura académica: Preparación, Revisión y Resultados. Como aparece en la Tabla 2, hay pocos maestros que incluyeron en sus respuestas, acciones de habilitación o acompañamiento de la escritura, como forma de prevenir el plagio.

 

 

Tabla 2. Prevención y tratamiento del plagio.

Tabla 2

La mayoría de respuestas se concentró en revisiones exhaustivas, identificación de frases o palabras poco comunes en sus alumnos, o redacción que tiene un uso peculiar de aparato crítico. Una vez que existe la sospecha, el docente contrasta el texto de los alumnos con aplicaciones, programas o páginas antiplagio; búsqueda de los textos en internet, también con cuestionamientos a los alumnos sobre la construcción de su escrito, del mismo modo se les solicita exposición en público o defensa oral del trabajo para verificar la autoría. En la Tabla 3, aparecen algunos de los recursos antiplagio que respondieron los docentes encuestados.

 

Tabla 3. Recursos antiplagioTabla 3

Nota: Elaboración a partir de los informantes de la encuesta.

 

 

Copia, plagio, robo o fraude

El plagio de obras escritas, nació en el momento en que se les atribuyó un valor de cambio. En la historia de la biblioteca de Alejandría nacieron artimañas para copiar sin medida y obtener los beneficios a cambio de los escritos, así los amanuenses y los copistas, pasando por obras literarias o inventos tecnológicos… hasta nuestros días.

 

El plagio imperceptible sucede ahora con el uso de la computadora, ya que se puede copiar y pegar párrafos enteros de un texto sin citar la fuente, parafrasear el trabajo de otra persona sin proporcionar una referencia adecuada, o utilizar imágenes o gráficos sin permiso o sin la debida atribución.

 

Juan Domingo Argüelles (2023), en su texto “La plaga del plagio” retoma del Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, la acepción de “plagio” como “apropiación de conceptos ajenos”, del latín plagium, y éste del griego plágios, con el significado de “trapacero, engañoso”. De ahí se deriva el verbo “plagiar”: robar.

 

Maryon Lloyd (2023) argumenta que, a pesar de la magnitud del problema, hay poca respuesta de la academia, porque el plagio no es considerado con la misma gravedad que el robo de propiedad intelectual, lo que sí genera sanciones económicas o penas de cárcel en algunos países. En cambio, para las instituciones educativas, el plagio académico tiene sanciones muy blandas.

 

La gravedad del plagio tiene implicaciones éticas, más que consecuencias punitivas, como lo expone Wietse de Vries:

“la constatación del plagio se rige por los valores y normas de las comunidades académicas y profesionales. Son los académicos mismos quienes realizan la revisión, y los castigos suelen ser la reprobación académica o profesional. Puede implicar la cancelación del título o la licencia de ejercer por parte de una universidad, pero no causará multas, indemnizaciones o castigos impuestos por un juzgado.” (De Vries, 2023).

 

Las instituciones de educación superior (IES) tenemos que revisar este tema de crucial relevancia, porque muchas modalidades de titulación se concentran en la producción académica, y con lo que llevamos, las IES estamos dando mensajes y resultados equivocados. Tendríamos que tipificar en algún código académico, las sanciones para: copias por descuido, plagio académico, plagio descarado y robo deliberado. No olvidemos que “el plagio textual podría ser el más alto homenaje que recibe un autor, de no ser porque se trata literalmente de un robo” (Argüelles, 2023).

 

El plagio académico, además de ser un robo de ideas de algún lado para cometer fraude académico en otro, deja de ser conflicto entre autor y plagiario, dado que existe un “mercado de la trampa” que se fortaleció con ganancias multimillonarias durante la pandemia, como lo denuncia Marion Lloyd (2023), con base en datos de la revista Forbes.

 

Wietse de Vries (2023) también nos recuerda que, desde los noventa, afuera de las universidades aparecían letreros de “Se hacen tesis”, y se fue acrecentando el caldo de cultivo, hasta que el plagio se escandaliza en figuras públicas, porque si se trata de estudiantes con bajo perfil, probablemente el plagio ni siquiera se identifica.

 

El plagio es un gran problema ético, más que académico. Sí nos implica a los docentes, y muchos llevamos mucho tiempo de sugerir libros y estrategias de escritura y reescritura, pero tiene más peso el menor esfuerzo. La tecnología antiplagio es un buen recurso, pero el plagio va un paso más adelante. Ahora con la inteligencia artificial, el plagio está más a la mano que nunca.

 

En el segundo párrafo de este apartado, subrayé las palabras “plagio imperceptible” para ilustrar, cómo se puede obtener información fácilmente del ChatGPT. En dos ocasiones le solicité la definición de “plagio académico”, una instrucción acotaba la respuesta a dos párrafos, y cuando se hizo la petición libre, arrojó tres párrafos. Ninguno se parece entre sí. En la Figura 2 está el párrafo con el que ejemplifiqué el plagio imperceptible.

 

 

Figura 2. Primera definición de “plagio académico”.

00000 - Plagio GPT

Fuente: creación propia, con ayuda del ChatGPT-3 Disponible en https://chat.openai.com/chat

 

 

Muchas universidades ocupan programas para buscar plagios. Las Escuelas Normales no lo han abordado con estrategias generales para el subsistema de instituciones formadoras de docentes. En algunas Escuelas Normales aparecen consecuencias para el plagio en reglamentos de titulación, o como consecuencias en la evaluación, o desde los cursos algunos profesores desarrollan sus propias estrategias para prevenir y atender el plagio.

 

La tarea urgente es tratar este tema, tan relevante, por ser tan delicado. No solamente evitar que la tarea no sea “fácil de copiar y pegar” de la red, o “fabricable” por la inteligencia artificial. Más bien tenemos que transitar hacia la redefinición de las Escuelas Normales, como IES y su marcos normativos o regulatorios. Tendremos que actualizarnos en tecnología para denominar y combatir los tipos de plagio, y definir qué instancia es la encargada de revisar y, en su caso, sancionar. En estos tiempos de Co-Diseño curricular, nos falta valorar las modalidades de titulación y sus procesos de construcción. Y también definir la temporalidad de validez del título, ante su posible cancelación, en caso de ser necesario.

 

 

REFERENCIAS

Argüelles, J. D. (2023, enero 26). La plaga del plagio. En Campus (982).

De Vries, W. (2023). Como (no) combatir el fraude académico. Lecciones internacionales. En Revista Mexicana de Investigación Educativa. XXVIII (97). COMIE. pp. 637-650.

Estellés, M. & Cabedo, A. (2011). Recomendaciones para la redacción y composición de textos en el ámbito de la universidad: posibilidades y preferencias. En Aleza, M. (coord.) Normas y usos correctos en el español actual. Edición corregida y actualizada. Tirant Humanidades.

Estrugas, G. (2005). La biblioteca de Alejandría. En TK (17). Asociación Navarra de Bibliotecarios.

Hernández, G. (2016). Literacidad académica. UAM. Cuajimalpa.

Inclán, C. (2023). Mesa redonda: El plagio académico ¿Por qué sucede y cómo enfrentarlo? En IISUE UNAM oficial. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=Z3nxBbujN3I

Lloyd, M. (2023, febrero 2). El plagio de los poderosos… y de los plebeyos. En Campus (983).

Nota Antropológica (2023). Noam Chomsky: «Chat GPT es plagio de alta tecnología» En Nota Antropológica. https://www.notaantropologica.com/noam-chomsky-chat-gpt-es-plagio-de-alta-tecnologia/

Rodríguez, R. (2023, 19 de enero). Después del plagio ¿qué (más) sigue? En Campus (980).

UANL (2001). 5000 años de escritura. UANL. Capilla Alfonsina Biblioteca Universitaria.

Vallejo, I. (2022). El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo. Siruela.

 

Texto publicado en la Revista Apertura Educativa.  Vol. 1, Núm. 2.

 

* albertosebastian.mx     alberto_edomex@yahoo.com.mx

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