Por: Alfonso Torres H.

Días de distanciamiento social, de aulas vacías, de encierro. Días en que la tecnología ocupa un lugar relevante en la comunicación pedagógica. Días en que la algarabía de los recreos y los sonidos del aula, se empiezan a extrañar. Días en que la función docente cobra mayor sentido y valor. Son los días de cuarentena, los días del coronavirus, que nos ha colocado en situación de aislamiento. Son días de nuevos retos para la docencia, una docencia que se niega a estar encerrada, a pesar de la condición pedagógica limitada.

Paradójicamente hay un tipo de docencia que parece estar siempre “encerrada”, y no me refiero al encierro físico de las aulas, sino al pensamiento innovador que posibilite un tránsito diferente en la relación pedagógica.  Una docencia que se niega a “abrirse” a nuevas formas culturales en pedagógica y establecer una ruptura con la teoría educativa tradicional y sus prácticas.

La docencia encerrada no permite mirar el contexto y contribuye a construir una escuela como mero centro de instrucción y no de formación y desarrollo de pensamiento. La ruptura entonces es también con la dominación cultural establecida a través del currículum. Cuestionar y recrear lo curricular es un punto de partida para “sacar” a la docencia de su encierro.

Los días que hoy vivimos se pueden constituir en momentos coyunturales para replantear nuestra docencia y la relación pedagógica con nuestros alumnos. Estos días deben ser de aprendizaje para todos. La enseñanza debe ser re-pensada en sus enfoques, recursos y didáctica. Las condiciones de trabajo docente deben cambiar, en número de alumnos por maestro, en sus procesos formativos, en sus exigencias y posibilidades, en su salario.

La docencia debe tener nuevas vías de desarrollo para animarse a salir del “encierro”. Son momentos para construir una nueva narrativa en educación, que recupere el sentido de la docencia y la pedagogía. Una narrativa que se funde en un pensamiento progresista de la sociedad, más libre y democrático. Y la docencia debe responder a ello. Una docencia que articule el sentido del saber, saber-hacer y ser, que no desconozca el plano social en que está inscrita ni su historia, además de tener presente su sentido político.

Comprender el sentido de la docencia y resignifcarla permanentemente es algo obligado para la educación. Construir pues, una narrativa nueva en educación y en la docencia en particular, en tener presente que el conocimiento no es algo acabado sino en constante recreación. La docencia no puede seguir “encerrada” y atrapada en formas culturales y tradicionales de la pedagogía y didáctica.

Si bien, el contexto social actual, plagado de tecnología y definido por el capital, le presenta formas de comunicación e información variada, lo importante y valioso de la docencia es saber cómo acceder a ella, cómo utilizarla y cómo recrearla para llevarla a niveles de metacognición que permitan el desarrollo de pensamiento, particularmente en las actividades áulicas. Una docencia que salga de su “encierro”, es una docencia profesional autónoma, con capacidades para investigar y reflexionar la práctica, comprender su contexto y tomar decisiones pedagógicas congruentes con su realidad.

Es una docencia capaz de levantar la mano para contribuir a construir una nueva escuela y sociedad. Una docencia con compromiso social y educativo, basado en la reflexión y conocimiento de su acción. El compromiso reflexivo sobre, en y para la docencia es obligado en estos días. No es posible regresar a las escuelas y aulas sin que en nuestro pensamiento docente no se haya movilizado nada y estemos en el mismo “lugar” de siempre.

El reencuentro físico con nuestros alumnos debe ser también un reencuentro con la educación, la pedagogía y la didáctica. La docencia “encerrada” debe encontrar salidas y la colectividad pedagógica puede ser la llave.

torresama@yahoo.com.mx

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