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Educación sexual para el perverso polimorfo.



Publicado por: Erika Rivera en

junio 1, 2019 3309 Visitas



 

Por: Erika Rivera.

 

Es necesario entender la sexualidad infantil como “perversa polimorfa” para tener una mirada sin prejuicios de las manifestaciones de la vida sexual durante la infancia.

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Para tener un mayor acercamiento a este término, es importante referirnos al texto de Freud titulado “13ª conferencia: Rasgos arcaicos e infantilismo del sueño”, donde se identifica al cachorro humano como poseedor de una vida sexual rica, en la que muchas de las conductas manifestadas por los infantes pueden considerarse incluso como “perversas”.

 

Las cualidades que hacen pensar a la sexualidad infantil como perversa son las siguientes:

 

En primer lugar, se identifica el traspaso entre las especies: es decir, se diluye lo que separa la vida sexual del humano y la de los animales. En segundo lugar, se transgrede la barrera del asco. Como tercera característica, se borra la barrera del incesto. Cuarto: se diluye la identidad de sexo y, quinto, se transfiere el papel genital a otros órganos y partes del cuerpo.

 

Se identifican estas características de manera general en las conductas sexuales de los cachorros humanos; sin embargo, la educación, como gran barrera cultural, no permite que se manifiesten, ya que se le empieza a enseñar al niño o a la niña que existe un abismo entre los animales y el humano, y entre lo que le debe dar asco o no, como el caso de las heces (Lujan Luale, 2012).

 

El infante tampoco presenta ningún valor frente a la diferencia de los sexos; es más, Freud afirma que el niño o la niña le imputa la misma formación genital, así que la heterosexualidad es también aprendida. Lo mismo sucede con el incesto, pues el niño o niña suele depositar sus primeros apetitos sexuales en las personas que son más cercanas, principalmente a las que están bajo su cuidado. Los genitales del niño y la niña reclaman por satisfacción sexual, pero son capaces de utilizar otros órganos del cuerpo con el objetivo de sentir placer.

 

A partir de estas características se desarrolla la teoría de las pulsiones parciales, la cual propone que la sexualidad del ser humano escapa de la lógica reproductiva y que tiene la satisfacción como única meta.

 

Por ello, cuando el niño o la niña chupetean, juegan con las heces y tienen interés en los genitales expresan elementos de actos masturbatorios que son muestra de una vida sexual orientada al placer.

 

Ante esta sexualidad orientada al placer y sin límites, la educación tiene la tarea de crear diques: la culpa, la vergüenza, el asco. Con esto busca sofocar, con energía, todas las exteriorizaciones sexuales del niño.

 

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Freud señala que estos diques deben orientarse a frenar las conductas eróticas ante el dolor del otro y poner énfasis en el desarrollo de la compasión, para que el sujeto aprenda a distinguir entre las pulsiones crueles y erógenas.

 

Así, la educación que debe impartirse entre infantes y adolescentes deberá responder a la naturaleza de la sexualidad humana, la cual se orienta al placer, es decir a la satisfacción, buscando un desarrollo del ser humano sin culpa, ni vergüenza, pero compasivo y sin crueldad.

 

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