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Maestra normalista, por vocación y convicción.
Publicado por: Karina Alejandra Cruz Pallares en
mayo 15, 2019 9814 Visitas
Por: Karina Alejandra Cruz Pallares *
Como cada 15 de mayo el magisterio celebra el día del maestro, entre colegas y amigos del gremio. Nos felicitamos por el camino elegido, pero no necesariamente lo hace así la sociedad. En el pasado cercano queda el recuerdo de un maestro reconocido como necesario e importante, figura de consultor principal ante cualquier duda, imagen de la sabiduría (hombre o mujer) a quien se debía tener en cuenta para las decisiones trascendentes, aquel que fue llamado apóstol de la educación en respuesta al momento que así lo requería.
Ahora se ha dicho “cualquiera que apruebe un examen puede dar clases”, una frase entre provocadora, divertida e inconsciente; buen pretexto para abrir espacio al diálogo, por la connotación de semejante consigna. En un desafortunado, pero común panorama de vejación y desprestigio promovido en los últimos sexenios por el gobierno federal, es necesario cuestionar hoy en día ¿qué significa ser maestro? y ¿por qué en las escuelas normales hay aún muchos jóvenes que aspiran a ser maestros?
Hay una gran cantidad de reconocidos y estimados amigos, colegas que llegan a la docencia con una formación inicial diversa, insertos por diferentes razones, bienvenidos los buenos y los convencidos de que es su destino. No obstante esta reflexión surge a partir del maestro normalista, de los diecisiete años en la Institución Benemérita y Centenaria Escuela Normal del Estado de Chihuahua, siete en las aulas para recibir la formación desde el Bachillerato Pedagógico en Ciencias Sociales y Humanidades, en la Licenciatura en Educación Primaria y próxima a los diez como catedrática, en los cuales se han acumulado una serie de recuerdos y experiencias difíciles de encontrar en otra universidad.
Más allá de la formación teórica, disciplinar, pedagógica y didáctica que le compete a estas instituciones, en la Normal se aprende la cultura y el misticismo del maestro que se niega a desaparecer. Ser maestro es ser testigo de la emotividad de los jóvenes que se acercan a un aula de educación básica para realizar su práctica profesional cuando son llamados “maestros” por primera vez y es, precisamente la práctica, el crisol donde se templa o destempla la vocación.
Ser profesor normalista es acompañar al estudiante en su preparación, en el imaginario de su plan de trabajo y el nerviosismo derivado del compromiso para saber si resulta lo planeado. Es el lujo de ver la creatividad en los materiales diseñados para motivar el aprendizaje en los niños, es el esmero en su presentación, distinguir la alegría y el orgullo desbordado de la familia y del nuevo licenciado en la toma protesta, ser testigo del logro de un nuevo maestro optimista, con visión de futuro y en espera de iniciar el ejercicio su profesión. Es contribuir en la formación de un nuevo profesionista.
Y como maestra egresada de una escuela normal, recuperar el recuerdo de los primeros años en una escuela primaria donde se aprende la otra parte de la profesión y se ponen a prueba los postulados de los grandes pensadores, a veces con la imposible necesidad de encararlos para que den solución en los contextos reales. Es recordar al primer grupo de niños que aprendió a leer y el inexplicable sentimiento de logro cuando el último de ellos, casi de súbito hiló las letras para hacerlas palabras y las palabras frases, con escepticismo hasta que se tiene la respuesta correcta al cuestionamiento clásico: ahora sí ¿qué dice?
Se maestro egresado de una escuela normal es ver realizado el anhelo dibujado por años, transitar en la vereda distinta a la supuesta, construir y refrendar diariamente la vocación al resolver los problemas matemáticos y emocionales de los niños, al compensar las necesidades de aprendizaje y de construcción de la persona, es ser transformador de vidas, trascender el tiempo y espacio, es ser protagonista en la historia y coadyuvar en la construcción de otras historias.
Resulta desconcertante e inverosímil creer que sea el gobierno el encargado de amedrentar y descalificar a sus maestros y la existencia de sectores que sin reflexión se apropiaron de la premisa de que todo lo malo que sucede en la educación es por responsabilidad del maestro; es lamentable advertir el proyecto de cambio, fundamentado en legislaciones, reformas laborales, nombradas como educativas y otras tantas circunstancias, en lugar de encontrar estrategias para edificar, proponer y mejorar. Si bien es cierto hay múltiples aristas a corregir en la compleja trama y urdimbre del escenario magisterial, comprobado está el fracaso de lograrlo a través del golpeteo del que ha sido objeto el profesor.
* Profesora investigadora de la Escuela Normal de Chihuahua. Perfil PRODEP. Pertenece al SNI. Es lider de Cuerpo Académico.
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