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Un despertar docente.



Publicado por: Jordan Niño González en

abril 2, 2019 2034 Visitas



Por: Jordan Niño González *

 

En esta pequeña narrativa se encontrarán, en cada sección, un epígrafe que da entrada a cada parte del relato. En cada apartado habrá un pequeño escrito que me pareció bastante intere­sante de la lectura La vida en las aulas, de María Bertely. Después de ello contaré parte de mi experiencia como observador de actividades del grupo 1° C, con la docente titular Marlene Peralta Gómez de la escuela primaria Lic. Benito Juárez, ubicada en Ciudad Lago, Ecatepec, México.

 

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En este trabajo no solo habrá una descripción de todo lo que observé y percibí, sino que también contaré cómo me sentía, lo que aprendí, y con lo que me quedó de esta experiencia. También se encontrarán imágenes rela­cionadas con temas y apartados. Desde una primera mirada, la escuela primaria Lic. Benito Juárez parece estar en buenas condiciones, sus docentes titulares parecen ser muy amables, educados, y cordiales, además de que la directora nos recibió de manera muy amable con una pequeña presentación sobre ella y sobre su experiencia como docente. Pero el día ahí apenas comenzaba.

 

Cada mañana de los días laborales entre Septiembre y Junio, unos 35 millones de norteamericanos se despiden con un beso de sus seres que­ridos, recogen la bolsa con el almuerzo y los libros, para partir a pasar el día en esa serie de recintos conocidos como aulas de la escuela primaria.

 

Fue justo eso lo que nos tocó ver ese 3 de Diciembre en la escuela Lic. Benito Juárez. El reloj marcaba 10 minutos antes de las 8:00 am y los niños comenzaron a entrar a las instalaciones de la escuela con su uni­forme correspondiente, mientras los padres de familia esperaban desde fuera a que sus hijos ya estuvieran dentro o hasta que cerraran la puerta de la escuela.

 

Desde el momento en que los niños comenzaron a entrar se podía notar el ánimo con el que llegaban, por ejemplo, algunos parecían estar cansados, otros se veían sorprendidos al vernos parados ahí, uno que otro ni se dio cuenta de nuestra presencia, aunque también se veían unas caras felices al entrar, como si realmente estuvieran contentos de entrar a la escuela, tal vez porque querían estar con sus amigos. Así comenzaba el día para todos esos niños, maestros, e incluso para nosotros, aun nos quedaban muchas horas por estar ahí.

 

Al pasar un tiempo la puerta fue cerrada y los maestros, con sus grupos, salieron para rendir honores a la bandera, en donde los padres de fami­lia iban a participar con las efemérides de la semana. Esta actividad constaba en mencionar lo festivo de los días de la semana, para posteriormente mostrar un cartel alusivo a lo que habían dicho y pasaban al frente para mostrarlos a todos. Después fue turno de los niños, que comenzarían a pasar con unas cajas forradas como si fueran tabicones en las cuales habían escrito un valor, que servirían para construir un muro de valores, para recordarnos la importancia de llevarlos a cabo los valores en todo momento.

 

¿Un docente nervioso?

 

Algunos profesores se interesan solo por un aspecto muy limitado de la experiencia escolar de un pequeño. Es probable además que se concen­tren en actos específicos de mala conducta o de logros como representa­ción de lo que un determinado alumno hizo ese día en la escuela.

Philip W. Jackson.

 

En nuestra práctica cada uno de nosotros ya contaba con su grado y grupo en el que estaríamos observando la clase. Así que al terminar la ceremonia la directora nos dio la bienvenida, la verdad es que ella es una persona muy amable, educada y nos hizo sentir muy bien al estar en su escuela.

 

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Al principio me sentía con muchos nervios, no dejaba de temblar, ni de estar frío, pero cuando llegué al salón de 1° C con la docente titular: Marlen, tuve que controlar mis nervios, fingiendo estar seguro de lo que hacía, aunque por dentro mi mente no dejaba de pensar ¿cómo me senti­ría o que haría si tenía que estar frente al grupo?

 

Aunque me sentí bastante bien perdiendo la pena, cuando la maestra me dijo que me presentara con ellos, sinceramente disfruté ese momento, al estar de pie frente a 15 niños hablándoles un poco de mí. Al terminar, la maestra les dijo que ahora ellos se presentarán conmigo, mi sorpresa fue que ellos actuaban tan natural que me sentí en confianza de inmediato, además de que la maestra es muy sencilla, amable y carismática. Ella es egresada de la escuela Normal No. 2 de Nezahualcó­yotl y entendía cómo me sentía.

 

Al terminar las presentaciones me senté en unas bancas que estaban en la esquina desocupadas, desde ahí veía cómo se comportaban los niños con la maestra y la maestra con los niños, que desde mi punto de vista el comportamiento de los niños es muy tole­rable, además de que la maestra trabaja de una forma muy ordenada, sabía llamar la atención cuando era necesario o los felicitaba cuando hacían un muy bonito trabajo para levantar el interés en ellos, para que en el siguiente trabajo le echaran más ganas todavía.

 

4 grupos, 1 clase.

 

Lo que hace diferente a las escuelas de otros lugares no es solamente la “parafernalia” de la enseñanza y el aprendizaje y el contenido educativo de los diálogos que allí se producen, aunque éstas sean características que habitualmente se destacan cuando se trata de representar lo que es real­mente la vida en la escuela.

Philip W. Jackson

 

Lo que pude observar era que los niños trabajaban muy bonito, de manera ágil y se veía el esfuerzo que ponían en sus trabajos. Después de un rato llegó el maestro de Educación física para sacarlos al patio, los niños parecen disfrutar esa clase, tal vez porque es la única clase en la que pueden estar en movimiento sacando todas sus energías con las que llegan al salón.

 

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Cabe destacar que el maestro aunque parece que es regañón o des­esperado, no lo es, lo que pasa es que tampoco es fácil sacar a todos los grupos de primero, al mismo tiempo, para darles la misma clase y que te presten la atención necesaria para realizar las actividades que se les ponían. Desde mi punto de vista, la clase parecía bastante interesante, con ejercicios que no solo les ayudarían a los niños a sacar esa energía que llevaban, sino también a que coordinaran mejor. En lo personal sí me gustó la clase de educación física y tomé nota de algunos ejercicios que me gustaron por que se me hicieron interesantes y divertidos para los niños. La mejor estrategia, es la que sale del corazón.

 

En las escuelas primarias es normalmente el profesor quien asigna debe­res ambicionados como el participar en el grupo de seguridad del tráfico, manejar el proyecto cinematográfico, sacudir los borradores o distribuir material.

Philip W. Jackson.

 

Una de las estrategias que pude notar que usaba la maestra con los niños fue la constante repetición de la letra “N” en mayúscula y minúscula para que pudieran memorizar su escritura, posteriormente comenzaba a decir con ellos palabras con la letra “N” y ejercicios similares, cuando ellos pasaban a calificar sus trabajos, les hacía preguntas para ver si realmente aprendieron la escritura y pronunciación de esa letra.

 

Me llamó la atención que para enseñar las letras,  en su cuaderno de marquilla les dibujaba una letra “N” mayúscula y minúscula, la cual debían remarcar con lápiz 3 veces para que al terminar la maestra les diera una tira de papel china con la cual harían pequeñas bolitas para pegarla en el contorno de la letra. También les dio una hoja con objetos en la cual ellos debían ence­rrar con un círculo de color rojo todos los objetos que comenzaran con la letra “N” y cuando se iban a calificarse la maestra les preguntaba el nombre de los objetos que encerraron.

 

Con este tipo de ejercicios la maestra les hace memorizar cómo es la forma de las letras, cómo se pronuncia y que comiencen a identificar las palabras que llevan las letras conforme las van viendo.

 

El recreo no solo es la hora de comer, también es la hora de convivir.

 

En la mayoría de las escuelas de primaras los estudiantes se ponen en varias filas bastantes veces al día. Normalmente toda la clase se coloca así para el recreo, el almuerzo y la salida. Una de mis partes favoritas a lo hora de observar fue, sin duda, cuando se acercaba la hora del recreo, porque pude notar la emoción de los niños cuando sabían que faltan unos cuantos minutos para salir a comer, jugar o lo que ellos decidieran hacer en su tiempo de recreo.

 

La maestra al ver que se acercaba la hora del recreo aprovechaba para condicionarlos un poco, pues les decía la típica frase: “Quien no termine su trabajo, no saldrá a recreo”. Y los niños comenzaban a apurarse lo más que podían con su trabajo para así terminarlo a tiempo y finalmente poder salir a su recreo.

 

Durante el tiempo de recreo, los niños parecían disfrutarlo, pues yo veía a muchos con su amiguitos comiendo, comprando e incluso me tocó ver a varios compañeros normalistas conviviendo con sus alumnos, como por ejem­plo, a Eder que lo vi formando una rueda con algunos de sus alumnos, o Guisel que sus alumnos no la soltaban y parecía mamá pollito con varios de sus alumnos que la tomaban de la mano.

 

otra imagen

 

Cuando el recreo iba a terminar había un maestro encargado de decirles que solo les quedaban 5 minutos, y en ese momento se veía cómo los niños comenzaban a moverse más rápido, unos corrían a comprar, otros a los sanitarios, unos cuantos más ni le tomaron importancia, hasta que sonó la chicharra y todos comenzaron a encaminarse al salón que les correspondía, incluido yo.

 

La situación es en nuestras escuelas, podemos advertir que si los alumnos han de enfrentar equilibradamente con las exigencias de la vida en el aula, tienen que aprender a ser pacientes. Eso significa que deben ser capaces, al menos por un tiempo, de desligar sus sentimientos de sus acciones.

Philip W. Jackson

 

Al término del recreo los niños regresaron a su salón junto conmigo, mientras la muestra ya había escrito en el pizarrón “Dictado de números” y les pidió a los niños que sacaran su libreta de matemáticas. Cuando todos los niños ya habían sacado su libreta, la maestra pidió que copiaran lo que estaba escrito en el pizarrón, al pasar un rato la maestra les dijo que anotaran en forma de lista los números que ella iba a estar dictando.

 

Al concluir con su actividad, les pidió a sus alumnos que hicieran una fila para que comenzara a calificarlos. Algo que me gustó de la maes­tra es que en su dictado dependiendo de la calificación les escribía una nota de motivación para que estudiaran los números y en el siguiente dic­tado salieran mucho mejor, además de que ella trabajaba con una libreta en la cual le escribía a cada niño cómo se había comportado en todo el día, cómo trabajó y si se habían apurado.

 

La asistencia al aula no es voluntaria, como suceden en muchas otras situaciones sociales. Los alumnos están allí tanto si les gusta como si no y, a menudo, tampoco eligen el trabajo en el que se supone han de concentrarse.

María Bertely Busquets

 

Cuando ya era casi hora de finalizar la clase la maestra pidió que guardaran sus cosas y que comenzarían a estudiar el alfabeto mímico, algo que les emocionaba mucho a los niños porque querían mostrarme que ellos ya se lo sabían, pero para mí era una situación vergonzosa por­que no sabía qué haría si los niños me pedían que yo les hiciera una palabra con ese alfabeto y sinceramente no me lo sabía, pero afortunada­mente eso no pasó.

 

La maestra repasó con ellos el alfabeto mímico para posteriormente comenzar a representar palabras y así el primero que la captara pasara al pizarrón a escribirla para ver si estaba en lo correcto. Para mí, esa actividad me parece que corresponde con la edad de los niños, y es muy útil para enseñarles el alfabeto mímico a los niños, para la integración de personas mudas en cualquier momento o lugar donde pudiéramos encontrarnos e interactuar con alguien así, sin discriminación ni exclusión.

 

CONCLUSIONES

 

 Existe una tercera fuente de evaluación en el aula que es más difícil de describir que los comentarios positivos o negativos de profesores y com­pañeros.

Philip W. Jackson

 

Esta práctica de observación me pareció bastante bien, ya que me ayudó a ver otras perspectivas para poder entender más lo que es la docencia.

 

Aunque solo estuve tomando nota de lo que pasaba en clase, me gustó mucho, en especial cuando fui presentado como maestro, porque se sintió bastante bonito; además de que los niños son tan ocurrentes y amables, que mi estancia de un día en su clase la disfruté mucho junto a ellos y a la maestra, que recibieron muy bien.

 

Cada vez estoy más seguro de que esta profesión es lo que realmente disfruto y es algo a lo que sí me dedicaría el resto de mi vida.

 

El ser docente es tener vocación de servicio, es ser el ejemplo de los alumnos y juega un papel importante ante la sociedad, pero en sí, es ser el facilitador del aprendizaje, es ser el guía del alumno, porque también aparte de la vocación se requiere esfuerzo, dedicación y sacrificio.

 

La importancia de los cursos que vamos teniendo a lo largo de nues­tra formación como docentes nos permite ver un panorama más amplio de todo a lo que nos vamos a enfrentar como docente titulares, además de que nos permiten encontrar nuestra identidad, como por ejemplo, “El sujeto y su formación” me ayudó a encontrar la razón de por qué decidí ser maestro y a qué me comprometo como docente titular.

 

En “Leguaje y comunicación” la forma en que se desarrolla el niño y cómo se expresa conforme va creciendo; “Herramientas para la práctica de la observación” nos permite apropiarnos de los diferentes tipos de observación y cómo ponerlos en práctica para un mejor desarrollo y aprendizaje en los niños.

 

El curso “Desarrollo y aprendizaje” nos permite comprender la forma en que un niño se desenvuelve, los diferentes tipos de aprendizaje que podemos llevar a cabo y cómo, a partir de su entorno, crea su identidad personal. Todo esto nos da la oportunidad de escuchar nuestra vocación como docentes, para saber cómo podemos mejorar, qué nos hace falta, cómo identificar el amor a esta profesión, y la gran responsabilidad que tenemos.

 

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REFERENCIAS

 

Bertely, M. (2000). Conociendo nuestras escuelas. Un acercamiento etnográfico a la cultura escolar. México: Paidós.

Jackson, P. W. (1998). La vida en las aulas. Madrid: Morata.

 

 

* Estudiante de segundo semestre de la Licenciatura en Educación Primaria. Escuela Normal No. 2 de Nezahualcóyotl.

 

Este trabajo fue presentado en el 4° foro estudiantil de investigación educativa, realizado en la Escuela Normal No. 1 de Toluca.

 

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