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Mexicanos Primero: el maestro regañón



Publicado por: Hugo Aboites en

enero 1, 2017 2756 Visitas



Por: Hugo Aboites*

 

La organización empresarial en la educación Mexicanos Primero (MP) ha establecido firmemente su imagen de maestro regañón. Se ha convertido en una especie de autodesignado inquisidor, encargado de mantener el canon, la norma, de la reforma educativa en el sistema y en cada escuela. Y lo hace retomando una concepción del aprendizaje del porfiriato, donde la preocupación se centra más en el dominio del profesor en el aula que en el proceso de formación de los estudiantes. Ahí la educación se concibe como un proceso que ocurre mejor en un salón de niños o jóvenes atildados, atentos y calladitos, en filas de bancas ordenadas, con la mirada al frente, derechitos, que, lápiz en mano, atienden las indicaciones del sabio y severo maestro. Cualquier mínima transgresión, como hablar sin permiso, se topa con una mirada que reprende cualquier intento del escolapio por enseñarle al compañero su cuaderno, comentar lo que dice el libro y, por supuesto, una reacción peor aún si se plantea una desviación de las normas implícitas, pero muy claras sobre qué y cómo se debe aprender: el programa y el libro no se discuten, se asimilan.

 

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Afortunadamente muchos maestros mexicanos ya no se identifican con esta concepción y promueven el trabajo de los estudiantes en grupos, la exploración independiente, los comentarios sobre lo que se lee y escribe, el intercambio intenso de opiniones fundadas, el surgimiento de iniciativas en torno a los temas y la elaboración –en contraposición a su majestad el examen– de productos, ensayos, colecciones, como muestras más tangibles del aprendizaje. Y se interesan por el entorno donde habitan, de qué viven sus familias, su identidad social, qué lugar ocupa su región en el país, qué problemas existen en la zona, cuáles son las formas de comunicarse y las tradiciones y leyendas, y los estudiantes aprenden a argumentar sus puntos de vista, a poner atención a los asuntos de todos y no sólo los individuales. El resultado es un bullicioso salón de clases donde hay ruido de voces, niños o jóvenes que se mueven de un lugar a otro, actividades diversas y, por tanto, una educación para la libertad y el aprendizaje significativo.

 

En cambio, el enfoque de MP recupera totalmente el pasado decimonónico. Así, la pedagogía implícita en las formas que adoptó la reforma educativa de MP incluyó como primer y más importante paso establecer la ley y el orden. Su agenda planteó que la reforma educativa debía comenzar por una modificación profunda en las reglas y, para que no hubiera la tentación siquiera de cambiarlas, cinceladas en la Constitución misma. De tal manera que, desde 2012, son parte de la norma suprema que sustenta la República trivialidades que pertenecerían a un decreto, un reglamento o si mucho, una ley secundaria. Entre ellas, el inasible adjetivo “calidad” para la educación; el mandato de evaluar a los maestros; los requisitos para los candidatos a las ternas para integrar al INEE; el mecanismo de designación y hasta qué hacer si no se alcanzan los votos necesarios. Es decir, que antes siquiera de que comience la primera clase, el maestro ya ha fijado en el lugar más destacado de sus prioridades las inflexibles normas a seguir. Segundo, estableció en la ley reglamentaria un sistema de detección y expulsión de quienes no se ajustan al perfil del maestro subordinado que postula la reforma. Tercero, con base en lo anterior, ya encuentra no idóneos a muchos profesores y pretende removerlos. En este camino, un cuarto paso del rígido educador consistió en recomendar y lograr que se establecieran mecanismos de mayor control para el nombramiento de maestros, el censo para saber dónde está y qué hace cada uno de ellos, la recentralización de los recursos, antes en manos de los estados, y el reclutamiento de las y los gobernadores de los estados para que actúen en apoyo a la reforma. Después de todo esto, ¿podemos esperar que el modelo educativo que se presentará el próximo febrero será un viento de libertad y aprendizaje, algo siquiera como lo arriba descrito?

 

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Típica de las sociedades del siglo XXI, la mexicana aparece llena de incertidumbres, violencia, crisis de instituciones, pero también con búsquedas de sentido protagonizadas por quienes resisten. En ese contexto, la pedagogía del maestro regañón es totalmente contraproducente, pero como sea, se insiste en aplicarla y se persigue incluso a los propios. Si en 2015 MP e INEE atacaban al mismísimo secretario Chuayffet por suspender un examen, en 2016 MP comenzó a ver conspiraciones contra la reforma por todas partes. ¿Las pláticas en la Secretaría de Gobernación? Acuerdos en lo oscurito, decretó, e igual cuando algunos estados, como Chiapas, negociaron con la CNTE. Apenas hace días, MP denunciaba al nuevo gobernador de Oaxaca por hablar con los maestros sin permiso.

 

Más que impulsar una escuela rígidamente normada, que genera oleadas de jóvenes mal preparados, frustrados y reactivos al poder, debería permitirse que los maestros crearan las condiciones para que los estudiantes tuvieran una profunda experiencia de su poder para aprender, para proponer y ensayar autonomías y para así construir país. Pero eso no va a ocurrir mientras la pedagogía del maestro regañón siga al frente de la clase.

 

*Rector de la UACM.

 

Artículo publicado en http://jornada.unam.mx/2016/12/24/opinion/019a2pol

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