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Las Normales Rurales
Publicado por: Ciro Mireles en
octubre 3, 2016 2927 Visitas
Han transcurrido 93 años desde la fundación de la primera Normal Rural en Tacámbaro Michoacán. A casi un siglo de su creación, estas escuelas formadoras de docentes han tenido que enfrentarse a un sinfín de situaciones para poder sobrevivir.
Representaron el anhelo y la cristalización del pueblo mexicano. Tenían como herencia un movimiento social encabezado principalmente por campesinos. Sus raíces se hunden en el campo mexicano, su nacimiento, parece más bien un mito que una necesidad. Sangre y fuego se derramó para concebir a estos centros educativos.
El clima para estas escuelas no ha sido fácil. Nacieron con un sello indeleble en su interior y las cubre una aureola de rebeldía, desde sus precarios inicios han sido un foco rojo para el gobierno mexicano. Los norteamericanos a través del FBI insistieron al gobierno mexicano para que vigilara más de cerca a estas escuelas ¿Qué peligro representan las normales rurales para recibir un espionaje por parte de una superpotencia?
Estos centros educativos fueron ubicados en el campo mexicano, de ahí el mote de “rurales”, pero no solo por su ubicación, su finalidad era precisamente preparar a hijos de campesinos para que ellos mismos llevaran la educación a sus propias comunidades de origen. Intentar mandar a personas ajenas a las costumbres y al campo mexicano podría llevar a una profunda frustración cuando se intentase dirigir a personas que ni siquiera conocen. Qué mejor opción que una persona que habla y conoce las costumbres de su lugar de origen.
La lucha del normalismo rural comenzó con su nacimiento, con el correr del tiempo, su lucha se vuelve batalla diaria y a ratos parece intensificarse, episodios lóbregos y gloriosos engalanan a las normales rurales. El triunfo de los principios revolucionarios que estas escuelas intentan diseminar en aquel México desolado y desorientado, sufre agresiones y persecuciones, mediante verdaderos actos de terror y tortura se intenta frenar a estas instituciones y a sus portadores. La etapa cristera es un buen ejemplo de intolerancia y persecución.
En los inicios, estas escuelas estaban consagradas al campo, los planes de estudios más que enfocarse a lo educativo se consagraron al movimiento agrario, económico y a fortalecer el adoctrinamiento sustentado en postulados de libertad, las razones eran sencillas; llegar a la transformación social de la comunidad. Era vital entonces para sus egresados conocer a profundidad su realidad histórica.
La vida en estos centros educativos comenzaba a las 5 de la mañana, después del desayuno los ingenieros agrónomos enseñaban el cultivo de trigo, cebada, maíz y otros granos. Un poco más tarde había que alistarse para el momento académico, enseñanza del idioma, aritmética, geometría, ciencias naturales y sociales, educación física y canto. Los talleres eran de vital importancia a fin de servir mejor a la comunidad, en ellos se practicaba la carpintería, apicultura, zapatería, construcción, etcétera.
Las normales rurales eran poseedoras de más de 200 ó 400 hectáreas para cultivo, más tarde los planes de estudio fueron reformados y las extensas propiedades pasaron a manos de las comunidades aledañas a estas escuelas. Con el correr del tiempo se sucedieron reformas que no beneficiaron ni mucho menos fueron garantía para la vida interna de sus estudiantes, por el contrario frenaron el avance y el empuje del que gozaron alguna vez en tiempos del General Lázaro Cárdenas.
Anatomía del normalista rural
En circunstancias adversas y en sus primeros inicios existen verdaderos actos de heroísmo. Sin renunciar a su objetivo y franqueando obstáculos en ocasiones invencibles, los egresados de estas escuelas cumplían con su función encomendada. Bajo la sombra de un árbol, a campo abierto o en espacios improvisados se organizaba al grupo de niños que curiosos se arremolinaban para recibir la simiente, en la mañana o por la tarde, la clase no tiene impedimento.
Parte de la noche los adultos dedican tiempo para recibir una alfabetización tardía, pero no por gusto, sino por falta de condiciones. Aprovecha el maestro rural para preguntar sobre las necesidades básicas del campesino, para orientar sobre el reparto agrario y como mejorar los cultivos utilizando medios eficaces que combatan plagas y epidemias. La estancia del normalista rural es benéfica para la comunidad, no solo orienta al campesino, sino que mejora la vida en común, motiva la construcción de escuelas, gestiona caminos y servicios básicos. La influencia del maestro es tal que los actos del pueblo le son consultados.
Si bien, en los primeros inicios el maestro rural no es un intelectual o un pedagogo de altos vuelos, el único requisito exigible es la voluntad de servicio en lugares recónditos donde el país lo necesite. Patriotismo, voluntad, fuerte dosis de amor a la humanidad y entusiasmo, son algunos de los ingredientes que caracterizan a estos hombres y mujeres jóvenes que decidieron abandonar la comodidad de su hogar para adentrarse en lugares donde su palabra se convierte en acción social.
El campo o la montaña, el valle o la llanura, ascensos y descensos por lugares inhóspitos, cruzando ríos, enfrentando animales feroces, nada doblegó la voluntad de estos primeros maestros. Muchas de las ocasiones fueron recibidos con alegría desbordante, pero algunas ocasiones la desconfianza y el recelo reinaba sobre la llegada de estos portadores de la palabra, aún en estas circunstancias no tardaron demasiado en mostrar su valía. Su autoridad moral y su entrega total es el símbolo característico de estos docentes.
Maestros rurales jóvenes, casi adolescentes, emisarios del progreso, “ejército de maestros” diría don José Vasconcelos, verdaderos líderes de la comunidad, su interés es servir; enseñar con el ejemplo, iluminar a los desamparados. Todo es trabajo y la retribución económica es desinteresada, el único pago es la satisfacción del deber cumplido, de haber servido a su comunidad y a sus habitantes. El título más honroso es, quizá, el cargo de profesor rural, es la responsabilidad más grande. El hecho de ser nombrado “maestro rural”, es hacer que esa dosis de vanidad que todo ser humano lleva dentro, convierte a los docentes en las personas más felices de sus momentos.
Política e ideología en las normales rurales
Al finalizar la revolución rusa, su modelo socialista irradiaba a todo el mundo, principalmente a las clases oprimidas, campesinos, obreros y estudiantes sentían simpatía hacia este modelo, a tal grado que en los años 30, cuando Lázaro Cárdenas fungía como presidente se reformó la constitución mexicana y declaró una educación socialista en el país, esto significó grandes cambios en la educación. Ahora se cantaba el himno nacional con el puño izquierdo en alto.
Susceptibles a este modelo, las normales rurales y sus agremiados mostraron gran simpatía y adoptaron la línea marxista-leninista. Fue en esos años que se dio pie a la fundación de la Federación de Estudiantes Socialistas de México (FECSM), órgano de lucha que abrigó en su seno, en ese entonces, a las más de 30 normales rurales diseminadas a lo largo y ancho del país. Más adelante participarían otro tipo escuelas en esta sociedad.
Consolidada la FECSM, sus agremiados se dieron a la tarea de llevar a la práctica sus ideas, se redactaron los estatutos, los cuales regirían la vida política dentro de estos centros educativos y se dio pie a la creación de Comités ejecutivos estudiantiles, los cuales serían los portavoces directos de las demandas del estudiantado. Así, dio inicio a una larga cadena de acontecimientos en los cuales estarían presentes las normales rurales a través de sus portavoces.
Los primeros pasos como organización consolidada fue el reclamo de mejora de los servicios de estas escuelas, infraestructura, aumento a las raciones alimenticias, mobiliario para aulas, etcétera. Conforme avanzaba el tiempo la ideología se hizo más patente y los simples reclamos tomaron tintes más bruscos. El estudiantado no solo sentía la obligación de demandar derechos propios, sino por el pueblo de donde provenía. La misión del estudiante en estos espacios no era solo el acudir puntualmente a las aulas, ni estudiar con ahínco los libros del programa, sino vincularse con los anhelos de redención del pueblo
En los constantes movimientos sociales el normalismo rural gritaba “presente”, el puño izquierdo en alto, banderas rojinegras y las iniciales de la FECSM, fueron siempre el signo característico de estas escuelas. “Ser pueblo, hacer pueblo y estar con el pueblo”, solía decir uno de los más aguerridos y combativos líderes que alguna vez encabezara a los estudiantes normalistas.
Al verse inmiscuidas en las constantes e intestinas luchas que aquejaban al país, el gobierno no solo empezó a sentir el peso político de estos centros educativos, sino de sus egresados, maestros con verdaderas ideas de transformación social, incorruptibles y con la firme idea de que el progreso se lleva a cabo mediante la educación o por la vía armada. A mediados de los años sesenta inicia la primera guerrilla moderna encabezada por normalistas rurales, jóvenes veinteañeros que fracasaron intentando emular el asalto al cuartel Moncada en Cuba.
A raíz de esta aparente derrota y muertos los principales líderes, surgen otros grupos guerrilleros que reivindican a los líderes muertos e intentan darle continuidad a su movimiento. El gobierno de esa época intenta frenar el avance y crea grupos paramilitares y un aparato de inteligencia que se mantenga al tanto de estos grupos rebeldes. Las investigaciones gubernamentales apuntan a las normales rurales y empiezan a tomar acciones serias contra ellas. Más de la mitad de estas escuelas son cerradas o transformadas contra su voluntad. El peligro es serio y el vecino del norte es tajante “no permitiremos otra Cuba”.
En esencia la lucha de las normales rurales y sus agremiados no era por simple simpatía con un modelo extranjero, ni por caprichos propios de juventud, sino por la realidad que les tocó vivir. Por la libertad de expresión, por una vida más democrática, sin barreras educativas que les imponían las élites en el gobierno. Cansados de seguir órdenes que conducían a la reproducción de lo mismo, tomaron las calles por asalto, sintieron la necesidad de tomar decisiones propias, el círculo vicioso donde su libertad era ahogada, les restaba libertad.
Las manifestaciones en espacios públicos en conjunto con algunas universidades públicas del país tuvieron como único dialogo la represión y el hostigamiento político, las demandas democráticas de los estudiantes fueron recibidas con violencia policiaca y militar. La actitud autoritaria por parte del gobierno impone cerrazón y censura, su falta de visión le impide comprender la transformación que generan las Normales rurales. Su existencia se justifica mientras exista desigualdad social.
Tienen estirpe y herencia libertaria
Llevan ya muchos años combatiendo
y apenas su coraje va naciendo.