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Un dilema falso y simplificador sobre el magisterio mexicano.
Publicado por: Alberto Arnaut en
agosto 25, 2016 22184 Visitas
Por: Alberto Arnaut.
Desde el título de su artículo Backhoff plantea un dilema falso y simplificador, porque insinúa que antes de los concursos para el ingreso al Servicio Profesional Docente (SPD) todas las maestras y maestros, ahora en servicio, obtuvieron sus nombramientos mediante la herencia de sus plazas docentes, o por otros medios inaceptables, como el “favoritismo” o la “compra” de las plazas.
“Concursar o heredar plazas docentes”, por Eduardo Backhoff.
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Del hecho de que haya habido varias irregularidades y fenómenos de corrupción en la asignación de las plazas docentes, no se desprende que todas y todos los docentes de antes ingresaron al servicio por esos medios. Para congraciarse con los docentes de nuevo ingreso, Backhoff ofende al resto del magisterio. Su pasión y sus prejuicios lo ciegan una vez más.
Backhoff dice que la segunda generación de docentes que ingresaron conforme al SPD, al término de sus primeros dos años de servicio se sometió a una evaluación que arrojó resultados “gratamente sorprendentes”, porque el 99.5 % de los docentes evaluados “mostró tener las competencias necesarias para ejercer su profesión” y sólo el 0.5 % “no cumplieron con las expectativas”. Aún más, agrega, estos resultados muestran el “reducido margen de error de los instrumentos empleados en los concursos de oposición”.
Dejemos que los expertos nos digan si se puede sostener esta conclusión con base en la comparación de los resultados de dos evaluaciones que, aunque tienen algunos componentes distintos, son principalmente exámenes parecidos entre sí: unos para el ingreso y, dos años después, otros para la permanencia. Tal vez ese resultado era esperable si dos años después se aplicó casi el mismo instrumento al segmento de la población que obtuvo los mejores resultados en la primera ocasión.
Por eso es inexplicable que Backhoff se diga “sorprendido”. Habría que analizar con mayor detenimiento si esos resultados muestran que el 99.5% de los docentes de nuevo ingreso evaluados tienen realmente “las competencias necesarias para ejercer su profesión” y sólo el 0.5% de ellos carece de esas competencias.
Con la misma soltura, Backhoff señala que esos resultados contrastan con los de la primera evaluación del desempeño de los docentes que ya estaban en el servicio, es decir, que ingresaron por vías distintas a los concursos de oposición: el 85% “acreditaron” y el 15 % mostró que “no poseen las competencias necesarias para ejercer su profesión”. Aquí también habría que analizar si esto es realmente así. Es tal el interés de Backhoff en comparar a los docentes de nuevo ingreso con el resto de los docentes (para exaltar a los primeros en detrimento de los segundos), que se olvidó de señalar que los resultados obtenidos por el magisterio en la primera evaluación del desempeño también fueron una grata sorpresa, y una sorpresa aún mayor porque nadie esperaba esos resultados. Nadie los esperaba, sobre todo porque el diseño del SPD se realizó a partir de un pre-juicio muy generalizado sobre la formación y las competencias magisterio mexicano. Nadie los esperaba, además, porque las evaluaciones del magisterio en el pasado solían tener como resultado la “reprobación” del 50% o más de los maestros evaluados.
Quién sabe si las apreciaciones de Backoff se pueden sustentar, o no, en los datos estadísticos que muestra. Pero, al menos, hay que dejar espacio a la duda, porque la realidad del magisterio suele ser más compleja, diversa y desigual que eso. La realidad del magisterio de nuevo ingreso y la del resto del magisterio en servicio es más compleja, diversa y desigual que lo que pretende hacernos creer el triunfalismo de Backhoff.
Con esas conclusiones apresuradas e insostenibles o, al menos, dudosas, Backhoff pretende ahorrarse la necesidad de un análisis más profundo y, sobre todo, de atender a los docentes y académicos que han señalado varias limitaciones, problemas y dudas sobre la idoneidad o no de los instrumentos que se han usado para seleccionar a los aspirantes más idóneos para la docencia. Backhoff se refugia en los resultados de los exámenes, sin hacer la mínima reflexión sobre la manera cómo fueron diseñados y aplicados. Tiene una fe dogmática en los números. Lo demás no importa.
El triunfalismo de Backhoff puede llevar a desatender todos los problemas identificados por el propio INEE en los instrumentos técnicos, la logística y la implementación de las evaluaciones diagnósticas y del desempeño. La fe ciega en los exámenes y sus resultados también podría llevar a creer que la pertinencia de los instrumentos para identificar a los aspirantes más idóneos para la docencia tienen un margen de error tan reducido, que bien podrían reemplazar el curriculum de las instituciones formadoras de docentes, y que, como suelen repetirlo la SEP y el INEE “cualquiera con cualquier licenciatura, pueda ser maestro o maestra”, y que para eso basta con que pase los exámenes del INEE.
El triunfalismo también puede llevar a minimizar las graves deficiencias (que el propio INEE ha señalado) en la formación continua de los nuevos docentes durante los primeros dos años de servicio, a tal grado que ni siquiera han existido las tutorías para estos docentes. Los tan prometidos y publicitados “trajes a la medida” para el magisterio simplemente no han llegado al magisterio. Aunque, si fuera cierto lo que nos dice Backhoff, ya no tendríamos que preocuparnos por la formación continua del magisterio, al menos no por la de los docentes que ingresaron por la ruta de los concursos. Lo más grave es que los “trajes a la medida” tampoco han llegado para el magisterio que ya estaba en el servicio desde antes del SPD, para los que –incluso desde la perspectiva de Backhoff- siguen siendo necesarios.
Pero Backhoff va más allá en su entusiasmo por los resultados, al señalar que “quienes ganaron el carácter definitivo de su plaza exclusivamente por méritos propios deben sentirse, además de satisfechos y orgullosos, liberados de compromisos, ya que no le deben ningún favor a nadie”. Sí, debemos felicitar sinceramente a quienes ingresaron al servicio por méritos propios y realmente deben sentirse satisfechos y orgullosos. Pero también debemos felicitar a los que obtuvieron suficiente o más en la evaluación del desempeño, y éstos también deben sentirse orgullosos. Sobre todo, no debemos olvidar a quienes obtuvieron “insuficiente” y a quienes se negaron a someterse y se rebelaron, con buenas razones, a una evaluación del desempeño aberrante e indignante.
También es cierto que los docentes de nuevo ingreso ganaron una plaza, pero no que ganaron “el carácter definitivo de una plaza”. Backhoff sabe que la LGSPD transformó las plazas definitivas en plazas temporales por cuatro años, o en plazas por tiempo indeterminado de cuatro años, y esto es aún más claro en lo que respecta a los docentes que ingresen conforme al nuevo SPD.
Backhoff, todavía va más allá de eso. Pretende salvar el componente más aberrante del SPD, la evaluación punitiva del desempeño o de la permanencia, comparándola con las evaluaciones asociadas al ingreso al servicio docente. No es la primera vez que un miembro de la Junta de Gobierno del INEE pretende defender la evaluación punitiva del desempeño refugiándose en los componentes de la reforma “educativa” que mejor han “transitado” (como suelen decir los políticos) o, si se quiere, los componentes que han tenido menos problemas en su implementación, como son las evaluaciones asociadas al ingreso, la promoción y el reconocimiento.
Cuando alguien ha criticado la evaluación punitiva del desempeño, el INEE suele responder: “Podrá haber cosas que están mal, incluso muy mal, pero están mejor que antes, cuando prevalecía la corrupción”. Pero, cuando responden así, en realidad no se refieren la evaluación del desempeño, sino a las evaluaciones para el ingreso, la promoción y el reconocimiento. Estas tres últimas evaluaciones son las que han contado con mayor consenso en el magisterio porque están asociadas a los procesos en los que llegaron a existir más fenómenos irregulares e ilegales.
Cuando responden así, el INEE no podría estar pensando en la evaluación del desempeño, simplemente porque ésta no existía, o no existía con los rasgos que ahora tiene. Por supuesto, los concursos para el ingreso tienen elementos positivos que hay que reconocer, pero este reconocimiento no significa que esos concursos no tengan muchas deficiencias y problemas que hay que resolver, atendiendo las críticas y propuestas que han planteado miles de docentes (incluidos muchos de nuevo ingreso) e investigadores educativos, que hasta ahora no han sido escuchados.
El reconocimiento de los rasgos positivos de los concursos para el ingreso tampoco puede ser una coartada para no escuchar las propuestas y críticas que se han hecho a otros componentes del SPD, sobre todo a la evaluación punitiva del desempeño. Menos aún puede ser una coartada para que la SEP y el INEE se mantengan en su postura intransigente de no tocar ni con el pétalo de una rosa al marco jurídico del SPD.
No es la primera vez que una autoridad educativa pretende salvar el rechazo o la crítica a la reforma “educativa” echando por delante cifras, resultados cuantitativos, que muchas veces, en vez de refutar las críticas, terminan confirmándolas y refutando las versiones oficiales.
Tampoco es la primera vez que, cuando alguien se atreve a rechazar o a criticar la reforma “educativa”, que en realidad es una reforma política, administrativa y laboral, las autoridades educativas intentan descalificar al atrevido que osó decir tamaña barbaridad. En vez de escuchar y atender a las críticas han intentado descalificar a los críticos. Nos han dicho de todo, desde “ignorantes” hasta nostálgicos y partidarios del régimen de corrupción que “prevalecía” en el manejo de las plazas por parte del SNTE (por supuesto, casi siempre olvidan señalar que en ese régimen también participaban las autoridades educativas).
Ahora Backhoff nos llama “detractores” y, aún más, se siente con el derecho a exorcizar “los demonios de la evaluación [que sólo] están en las mentes y en el imaginario de las personas, que ven intenciones perversas” en la reforma “educativa”. Tengo la sensación, de que Backhoff fracasó como exorcista, al menos en lo que a mí respecta.
Según Backhoff, hay “muchos detractores que ven [en la reforma “educativa”] una amenaza para la estabilidad laboral de los docentes en servicio, así como un medio de control del magisterio” y como “un instrumento que pervierte y debilita la profesión docente y que ayuda a denostar a una de las profesiones más nobles”. Sí, hay decenas de miles de “detractores” que piensan que en esa reforma predominaron los afanes de control político y administrativo. Además, piensan que esa reforma no es sólo una “amenaza”, sino que ya vulneró la estabilidad laboral y arrasó los derechos laborales del magisterio, y aún con su derecho a defenderse ante las autoridades laborales y el poder judicial.
La evaluación punitiva del desempeño está provocando (intencionalmente o no) efectos perversos en la calidad educativa. Al terminar con la estabilidad laboral y profesional del magisterio, esa evaluación introdujo la inestabilidad (laboral y emocional) donde había estabilidad, mantiene atemorizado al magisterio y ha deteriorado el clima de trabajo colaborativo en las escuelas.
Esa evaluación también se ha implementado mediante la amenaza, la descalificación, el maltrato a la dignidad personal y profesional del magisterio, y aún mediante el maltrato a su integridad física y su libertad, y a su derecho de expresar su inconformidad.
La evaluación punitiva del desempeño es el componente más absurdo del SPD, pues pretende profesionalizar o re-profesionalizar a los profesionales de la educación sin (y aún en contra de) los profesionales de la educación. Hasta ahora, la única participación de los docentes ha sido la de someterse a esa evaluación, porque si no van, serán despedidos del servicio sin responsabilidad alguna para la autoridad y sin posibilidad de defensa alguna ante las autoridades laborales y judiciales. Lo más grave es que esa evaluación ha echado del servicio a decenas de miles de maestros y maestras que adelantaron su jubilación atemorizados por un discurso oficial amenazante y una evaluación que discrimina al magisterio de mayor edad y antigüedad en el servicio. Todo sea en nombre del “interés superior de la infancia”, el nuevo ídolo que la retórica de la SEP y el INEE ha usado para todo, incluso para justificar lo injustificable, como la amenaza, los garrotazos, las gaseadas, el encarcelamiento y hasta el asesinato de maestros y de quienes los apoyan en su lucha, como sucedió en Nochixtlán, Oaxaca.
Esa evaluación también está imponiendo en el magisterio una nueva clasificación indignante e insostenible: insuficientes, suficientes, destacados y sobresalientes. El magisterio está siendo reclasificado jerárquicamente desde fuera y mediante una “evaluación del desempeño” que ni siquiera evalúa el desempeño.
Todo esto no está solo –como apunta Backhoff- en la “mente” y el “imaginario” de los “detractores” de la reforma “educativa”. Todo eso está en la Ley General del SPD, en las acciones emprendidas por las autoridades (educativas y policiacas) e incluso, esto ya comienza a ser reconocido por algunas autoridades educativas (de la SEP y el INEE) que ahora, finalmente, han comenzado a reconocer que “la evaluación del desempeño” no evalúa el desempeño, que se ha implementado con un cúmulo de irregularidades y mediante el maltrato a la dignidad personal y profesional del magisterio y que, en general, las evaluaciones del magisterio podrían estar provocando efectos distintos a los esperados. Para enterarse de todo eso, a Backhoff le hubiera bastado echarle una hojeada a la ponencia que la presidenta del INEE presentó hace unos cuantos días en un Foro organizado por la Fundación Belisario Domínguez, del Senado de la República.
Pero todo eso no inquieta a Backhoff, él sigue en su “imaginario” triunfalista (en su INEElandia) y, para defender lo indefendible, pretende difundir otra clasificación en el magisterio, que puede provocar una nueva tensión bipolar: entre el magisterio de nuevo ingreso y el magisterio que ya estaba en el servicio desde antes del SPD. Esto podría deteriorar aún más el clima de trabajo colaborativo en las escuelas. Esto es, al menos, una irresponsabilidad. Backhoff no se mide y no mide las consecuencias de sus dichos, a pesar de que él todo lo quiere reducir a una medición.
PD:
Cuando ya había terminado de escribir este comentario sobre el artículo de Eduardo Backoff, el INEE publicó un Comunicado anunciando un “replanteamiento” algunas evaluaciones docentes. Decidí continuar con la publicación de estos comentarios porque creo que sus principales argumentos se sostienen y, quizá, hasta se confirman con el anuncio del INEE.
A reserva de hacer un análisis más detenido del “replanteamiento” anunciado, agrego enseguida un primer comentario que hice al compartir en redes sociales el Comunicado del INEE:
El INEE, desesperado, sigue tratando de impedir la reforma de la reforma «educativa». Ahora lo intenta con el anuncio de reajustes a la implementación de la evaluación del magisterio para el 2017.
Para que no haya duda, desde la primera línea el comunicado del INEE dice:
«No requiere modificaciones legales».
Eso se llama intransigencia, desde una mentalidad burocrática, para la que sólo existen los verbos «implementar», «aplicar», «ajustar», «someter» …
El INEE pretende usar el verbo «replantear» pero no le sale, pues en su comunicado solo se anuncian algunos ajustes a la evaluación docente…
El reajuste esbozado, implica el reconocimiento por parte del INEE de que la evaluación del desempeño tiene muchos problemas. A pesar de eso, en noviembre de este año se aplicará la misma evaluación que el año anterior. Además, el INEE no hace ni siquiera una leve autocritica por haber declarado válida la primera evaluación del desempeño por haber sido, dijo, «técnicamente impecable». Al menos, el INEE, debió pedir una disculpa a las maestras y maestros que padecieron esa evaluación, y que fueron sus “conejillos de Indias».
Poco a poco, el propio INEE ha ido aportando elementos diagnósticos que nos muestran que no basta con un reajuste en las evaluaciones, sino que es necesario hacer un verdadero replanteamiento del SPD, mediante la reforma de su marco jurídico.
El INEE lo sabe pero tiene pavor a la reforma de la reforma o, quizá, tiene pavor a los empresarios, los verdaderos autores de algunos de los componentes más aberrantes del SPD, como es la evaluación punitiva del desempeño.
De otra manera no se explica el comportamiento burocrático de los cinco miembros de la Junta de Gobierno del INEE.
Qué desperdicio de prestigio, de trayectoria, de talento y de autonomía constitucional.
Consulta aquí el texto de Eduardo Backhoff.
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