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Vida privada del oficio docente.



Publicado por: Alberto Sebastián Barragán en

mayo 15, 2024 992 Visitas



Por: Alberto Sebastián Barragán

 

Si alguien que me escucha se viera retratado,

sépase que se hace con ese destino.

Silvio Rodríguez. Resumen de noticias.

 

 

La docencia es una forma de vida colectiva que puede ser tan amplia o tan breve como la voluntad de quien la ejerce. Es una voz que nos llama a servir, y hay quienes la cuestionamos o solamente la obedecemos, y habemos los que la ignoramos y otros quienes dialogamos con ella. Los docentes somos un grupo de seres humanos, que eligió el oficio de enseñar, con todo lo que la enseñanza implica y con toda la posibilidad humana de errar.

 

La docencia es un entramado de etapas que se funden conforme a la coyuntura que la determina: herencia familiar, grados académicos, requisitos escalafonarios, perfiles profesionales, plazas por concurso, intermitencias sindicales, dinámicas laborales e impronta del momento político en que se define. Las maestras y los maestros poco a poco vamos interiorizando los principios y valores de los agentes educativos; pero también nos vamos enredando en la cotidianidad, en los círculos viciosos y en los malestares que trae consigo el trabajo docente. Todos los días hay momentos maravillosos que surgen del esfuerzo y del trabajo, pero también, cada día tenemos que tomar decisiones para refrendar (o no) los principios que recitamos de memoria cuando egresamos.

 

Las escuelas normales han conformado las prácticas profesionales como una actividad sustantiva, que se convierte en una ventaja competitiva en comparación con otras profesiones. Los cambios curriculares actualizan este trayecto formativo, de tal manera que trazan una ruta vinculante con la realidad de las escuelas de educación básica. Es una profesión, de la que desde los primeros acercamientos vamos descifrando el deber ser, nos grabamos lo que debemos evitar y poco a poco se va construyendo nuestro estilo docente, el cual es el resultado de sumar nuestra biografía, con nuestra trayectoria normalista y con el rumbo que trazamos como maestros en servicio.

 

Práctica profesional

 

En la historia de cada escuela normal hay un cúmulo de experiencias, individuales e institucionales, que suman las más profundas aspiraciones, desde su fundación hasta su momento actual. En ese sentido, emergen los saberes que datan de la normal elemental, de la asignación del grado de licenciatura, del requisito del bachillerato pedagógico, de las reformas curriculares, de los procesos de fortalecimiento y transformación, hasta la construcción de posgrados. Cada normal tiene su historia, y ese saber docente acumulado, está a disposición de todos los docentes en formación. Los docentes que egresamos de una escuela normal, nos llevamos de todo un poco, aunque no nos demos cuenta.

 

De manera convencional, se había considerado que el ejercicio docente tendría una duración de 30 años, conforme al régimen contractual que incluía la jubilación. A partir de los primeros años del siglo XXI, se extendió hasta 35 años de servicio, pero sin pensión. Algunos profesores se han jubilado en cuanto cumplen su promesa laboral, otros más se quedan. Entre las variables que extienden el periodo del ejercicio de la docente, está la contabilidad del tiempo efectivo de servicio, sin considerar años sabáticos, interinatos o permisos; ahora con la crisis del sistema de pensiones, el panorama se volvió más sombrío e incierto.

 

Independientemente del conteo, permaneceremos en la docencia según el plan de vida de cada quien. Cada uno de nosotros decide qué tanto trascender de manera personal, cuántas vidas transformar, cuánto sufrimiento aguantar, de qué manera pasar desapercibido haciendo como que trabajamos o buscando cómo hacer dinero en otro lado. A continuación, como se estila en las ceremonias de egresados, haré un pase de lista.

 

I. Principiantes

Es importante mencionar que los profesores principiantes (nóveles), han sido catalogados así desde investigaciones de la OCDE (2005), y les asignan una curva de aprendizaje de cero a cinco años de servicio, en promedio. En nuestro país, cada docente sobrevive esa inmersión en el servicio educativo, algunas veces los nuevos tienen un respaldo institucional, o entre compañeros (muchas veces entre  normalistas), y otras veces se la pasan compitiendo, hasta que se empoderan y legitiman, o hasta que se rinden y se cambian. No hay políticas de acompañamiento para los primeros años de servicio, salvo el intento fallido que se registró en la reforma educativa de Enrique Peña.

 

En esos primeros años, asumen de primera mano el contraste entre la formación inicial recibida en la escuela normal y van reconociendo las posibilidades de su formación continua. Esa primera etapa, implica combinación entre suerte, recomendaciones y destino. Es fundamental reconocer que los primeros años de servicio significaron una extensión de la formación inicial, para quienes comenzaron a laborar cerca de la escuela normal, o en las localidades donde ya habían practicado; pero para otros, significó una forma de templar el ánimo en lugares lejanos con retos culturales distintos, ante el desconocimiento casi total del contexto de trabajo, en un viaje nuevo a lo desconocido.

 

II. Expertos

Una vez pasados esos primeros cinco años, o un poco más, esos profesores nóveles, se convierten en expertos, porque ya interiorizaron los valores entendidos de las instituciones educativas, han abstraído protocolos y algoritmos, y hacen sus labores con más eficiencia. La experticia comienza a validarse y volverse hábito profesional (o comienza su declive) entre los diez y los trece años de servicio, porque empiezan a seleccionar sus temas de interés o comienzan a renunciar a responsabilidades adicionales.

 

En ocasiones, la experticia coincide con el cambio de rol (a veces de escuela, o de nivel), con el estudio de posgrados, con la realización de años sabáticos, participación política en el sector sindical o como funcionarios públicos. Cabe aclarar que las cifras están estimadas a partir de un rango de edad típica de formación docente, de los 18 a los 23 años, y los eventos biográficos como matrimonio, maternidad o paternidad generan dispersión en los periodos mencionados, pero por ser eventos de trayectorias de vida, no son excluyentes, aunque sí limitativos. Los docentes expertos, comienzan a ejercer funciones de liderazgo dentro de las escuelas de educación básica, en actividades que les son inherentes, o en proyectos que van tejiendo de manera complementaria. El gran reto radica en que se mantengan expertos durante todo lo que les resta de vida profesional.

 

III. Prejubilados

En este escalón están los que ya lograron ser expertos y mantienen esa pasión por enseñar, y extienden esa pericia hasta los 30 ó 40 ó más años de servicio, son maestras y maestros de la vieja escuela, esa que nos los deja envejecer, son los docentes que todos los años actualizan lo que aprendieron en “sus tiempos” de antaño, y se les admira por el camino que hacen al enseñar, como el que nos compartieron tantos maestros de la normal, ese camino que ya pocos se atreven a andar.

 

En esta etapa, también están los profesores a los que les crecieron los enanos, y tienen que doblar turno, o buscar otra fuente de ingreso para mantener a los hijos en la prepa o en la carrera, pagarles la normal o la universidad, ponerles un negocio o ponerlos a trabajar. Los retos familiares se agudizan, los traumas se asoman, o nuevos padecimientos comienzan a aparecer.

 

El permiso pre-jubilatorio, es una prestación laboral que ocurre cuando alguien ya está en edad de jubilarse, y ocupa ese tiempo para hacer trámites, o como una prueba gratis de estar jubilado, si se arrepiente se regresa, si le gusta se jubila y se va.

 

Pero en este apartado la prejubilación es una actitud frente a la vida, una vida docente que quisieran que ya terminara, pero que apenas va a la mitad. En esta etapa se alcanza el puesto que se persiguió, por la vía política o la sindical, por la parte escalafonaria o por el esfuerzo personal; o a veces lo que se alcanza es la renuncia a luchar, o se dan cuenta de que le pierden el sentido la docencia y comienza la cuenta regresiva, hasta que se puedan jubilar.

 

Es la docencia joven y madura, es la docencia madura y agotada. Como diría Fernando Rivera Calderón (2023), de la gente cansada: “Cansada / de sentir / que el tiempo / vale más / que el dinero / que le pagan / por estar cansada.” Es la docencia que está tan agotada, que no se va.

 

IV. Retirados

El último estatus, es el de la jubilación, que aunque ya se calculó sobre los 30 ó 35 años, no necesariamente está tan lejos. Para lo cual retomo una anécdota que expone Miguel Á. Zabalza (2014) en un prólogo que escribió. En su relato, menciona que un profesor interrumpió a un conferencista, aduciendo que no le iba a enseñar nada, porque él tenía 25 años como docente, a lo que el conferencista preguntó, si tenía realmente 25 años de servicio, o solamente tenía el primer año repetido 24 veces.

 

Los profesores tenemos la oportunidad de retirarnos en el momento en que más nos convenga, cuando optemos por retirarnos o cuando tengamos la necesidad de hacerlo, cada uno tiene esa decisión en sus manos. Desde antes de egresar, les pedí de favor a mis compañeros normalistas que si me ven perdiendo el tiempo en mis clases, o platicando de mi vida en lugar de hacer mi trabajo educativo, que me avisen que ya es momento de jubilarme.

 

En algunas instituciones existe la modalidad de “jubilarse en activo”, esto es, que siguen perteneciendo a la planta docente de la institución, pueden realizar algunas actividades (las que elijan) y siguen percibiendo como salario un porcentaje de la pensión; lo cual me parece que es una oportunidad que se gana con el tiempo, que es la suma de la trayectoria y el reconocimiento al esfuerzo. Mientras no exista esa jubilación en educación, tenemos la obligación de ponernos a trabajar, o retirarnos si es necesario. No hagamos pagar el calvario de consecuencias a niñas, niños y adolescentes, tampoco echemos a perder el trabajo de otros compañeros maestros, y menos sacar de quicio a los padres de familia que cada vez se aguantan menos las ganas de decirle a cada quien lo que le corresponde.

 

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V. Legendarios

Hay una infinidad de maestras y maestros que se convierten en leyenda, y aunque se jubilen, sus enseñanzas nunca se van. No es necesario que les pongan sus nombres a los salones, sino que los recordamos y veneramos por su clase y por su andar, por su forma de hacernos preguntas y hacernos reflexionar. Gracias a las escuelas normales por ponernos a los mejores maestros, gracias a esos grandes maestros por cultivarse a sí mismos, por confiar en nosotros y convertirnos en maestros, porque ahora somos compañeros del gremio, que cuando nos vemos, a veces sin cruzar palabra, compartimos la sonrisa del tiempo.

 

 

 

Referencias

OCDE (2005). Teachers Matter: Attracting, Developing and Retaining Effective Teachers. Autor.

Rivera, F. (2023). La música del fuego. Antología poética. Fondo de Cultura Económica.

Sebastián, A. (2015, abril 7). Movilidad docente: expertos y principiantes. En Educación Futura. Disponible en:

https://www.educacionfutura.org/movilidad-docente-expertos-y-principiantes/

Zabalza, M. A. (2014). Sentir, pensar, actuar, reflexionar. En Domingo, A. & Gómez, M. V. La práctica reflexiva. Narcea.

 

Artículo publicado por el Autor (2024) en la Revista de la Escuela Normal de Atlacomulco (34) 87. Adaptación para Voces Normalistas.

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