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Homo mulieri lupus
Publicado por: Erika Rivera en
agosto 16, 2019 1660 Visitas
Por: Erika Rivera
Las manifestaciones de grupos feministas se han presentado, de manera sistemática, en México y en toda América Latina. Manifestaciones cuya motivación es defender los derechos de las mujeres que van desde el derecho a la vida, y a una vida libre de violencia, hasta los derechos reproductivos, que se suma a la última manifestación contra una impunidad reiterada frente a los feminicidios y abusos sexuales que se han presentado hacia las mujeres, tan célebre ahora por la simbolización política de la diamantina rosa.
Esta última manifestación se llevó acabo afuera de la Secretaria de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México (SSC-CDMX) por el caso específico de una violación y abuso sexual por parte de policías capitalinos, el pasado 3 de agosto, a una menor de edad, quien denunció a 4 agentes por dicha agresión llevada a cabo en la colonia San Sebastián, en la alcaldía Azcapotzalco.
Debido a la impunidad, y a que se presentó otro caso de abuso sexual contra otra menor por parte de la Policía Bancaria Industrial dentro del Museo Archivo de la Fotografía, la manifestación adoptó un lema tan potente como descarnado: #NoMeCuidanMeViolan.
Para entender el lugar que ocupan las mujeres con respecto del delito de los abusos sexuales, es necesario partir de que los delitos del orden sexual, en palabras de Rita Sagato, no tienen nada que ver con la sexualidad directamente, “el crimen sexual es un crimen de poder”, crímenes del orden de la dominación y de la punición.
Segato menciona que el violador realiza un acto de moralización sobre la víctima, “el violador es el sujeto más vulnerable, más castrado de todos, que se rinde ante un mandato de masculinidad que le exige un gesto extremo, un gesto aniquilador de otro ser, para poder verse como hombre, para poder sentirse potente y verse al espejo y pensar que merece el título de la hombría” (Rita Segato, Por qué la masculinidad se transforma en violencia 2017).
A partir de lo dicho por Rita Segato, se identifican 3 elementos importantes para analizar: 1. el lugar de lo escópico, la mirada del Otro; es decir: lo importante que es para el violador ser mirado y nombrado por el Otro como “hombre”. 2. El papel que ocupa como agente del superyó, para castigar y preservar un orden dado por un Otro. 3. El violador pretende generar angustia y que la víctima genere afectos como el temor y la humillación.
Como primer punto, aparece algo del orden de las identificaciones; es decir, del registro de lo imaginario y lo simbólico en el psicoanálisis lacaniano. Se tiene aquí la fórmula de “me veo verme”: así, en palabras de Lacan, “el sujeto consigue simbolizar su propio rasgo evanescente y puntiforme en la ilusión de la conciencia de verse verse, en la que se elide la mirada”; es decir, no tiene nada que ver con el “ojo”, sino con un revés que lo hace nombrarse, esa mirada lo “convierte” en “hombre” en este caso, pero es claro que esto no es más que una ilusión para sostener lo insostenible, la castración.
Como segundo punto, y ligado al primero, el violador se presenta como castigador y castigado, esto es: para el sujeto que comete el acto de violación aparece al mismo tiempo un deseo de ser castigado, por lo tanto, busca que el acto sea reconocido por el Otro. (Kaja Silverman, El umbral del mundo visible, 1996)
Para entender este punto es necesario entender la lógica del superyó en los sujetos: en El malestar en la cultura, Freud identifica al superyó para pensar la relación de los sujetos y la moralidad.
Al nacer de manera prematura, el sujeto (niño o niña) necesita de los cuidados de los demás y aparece el primer miedo: el de la pérdida del amor de los padres y al desamparo, aquí se presenta el primer regulador de la conducta y la raíz de la sumisión a la ley.
Al tener este lugar de no poderse valer por sí mismo, aparece la primera herida narcisista al tener que someterse al deseo del Otro; es por eso que se dice que el superyó da origen, en palabras de Beatriz García, a un sentimiento de deuda y de pecado original y esto lo llevará a someterse voluntariamente a castigos, obligaciones, servidumbre.
Una vez internalizado este temor y la ley, el sujeto será el que se vigila a sí mismo sin poder escapar de su propia vigilancia. Es interesante analizar este significante, ya que los hombres se convierten en sujetos que se rinden ante el discurso patriarcal y se someten a éste cual soldados, a pesar de que en éste ocupen el lugar de siervos y carne de cañón.
Para Lacan, la internalización de la ley en el ser hablante, en este caso la ley del Otro, patriarcal, se produce de manera patológica, como un “malestar estructural infundado y sin relación con un acto efectivamente realizado”, puede existir la culpa y la vergüenza aun antes del acto.
“El superyó tiene esta facultad desconcertante de trasformar los ideales más benéficos en imperativos mortificantes que se vuelven contra el propio sujeto y sus semejantes. De modo que el agente de la ley termina por convertirse él mismo en instrumento de la pulsión de muerte” (García, 2019).
Se puede decir que el problema de las violaciones hacía las mujeres es mucho más profundo y serio y que no se solucionará con capacitación, eso es simplismo. Nos enfrentamos a sujetos que están sometidos a un discurso y que el cometer actos de abuso sexual los hace “ser”, ser hombres.
Freud da cuenta en el texto del malestar en la cultura que, desde le inicio, los seres humanos no somos amables, ni mansos, y que estamos dotados de pulsiones agresivas que se encuentran fuera de la ley. En este caso, los sujetos “hombres”, al vivir en un régimen totalitario del discurso del patriarcado, colocan a la mujer en el lugar del prójimo.
Y en este lugar del prójimo resulta posible satisfacer en la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, martirizarlo y asesinarlo.
Freud, lo mismo que Hobbes y que Plauto antes de él, nos recuerda la idea del homo homini lupus, que significa “el hombre es un lobo para el hombre”, y sumando a esa cita: el hombre, en tanto sujeto hablado, moldeado y sometido por el Otro patriarcal, es un lobo para sí mismo y para la mujer. Homo mulieri lupus: sin entender todo eso, no será posible hacer nada.
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