En los recientes cinco años se ha realizado un esfuerzo importante para cerrar esta brecha. Por ejemplo, los recursos destinados a la convocatoria de infraestructura se cuadruplicaron en el periodo 2013-16, comparados con el lapso 2009-12. Por otra parte, entre 2013 y 2017, se han otorgaron casi 5 mil millones de pesos para el establecimiento y consolidación de 77 laboratorios nacionales Conacyt y para la adquisición de más de 2 mil 300 equipos de alta especialidad. Además, se han financiado proyectos para grandes infraestructuras, como el Gran Telescopio Milimétrico, el High Altitute Water Cerenkov, el buque del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada y supercómputo.
Una externalidad positiva de estas estrategias ha sido la colaboración entre investigadores. Los laboratorios nacionales Conacyt tienen como requisito la participación de instituciones. En la convocatoria de infraestructura se ha favorecido la compra de equipo para grupos que compartirán su uso. Es fundamental aprovechar al máximo la infraestructura científica, favorecer la interdisciplina y optimizar la inversión en ciencia. Ello ayuda a adaptarse a la forma actual de hacer ciencia, colaborativa y multidisciplinaria. De manera natural, las grandes infraestructuras para el trabajo científico y tecnológico se construyen con la colaboración interinstitucional, muchas veces entre países. En nuestro caso tenemos, por ejemplo, la colaboración en el supercolisionador de hadrones en el Consejo Europeo para la Investigación Nuclear, en Ginebra, donde participan nuestros investigadores y tecnólogos con científicos de todo el mundo y se utilizan instrumentos desarrollados y construidos por mexicanos. En México tenemos muchos ejemplos, como el Laboratorio Nacional de proyección Térmica, en el que participan el Cinvestav, el Cidesi y el Ciatq, y que se han convertido en referente nacional en el desarrollo de recubrimientos de material indispensable tanto para el uso médico como para las industrias aeronáutica, automotriz y de generación de energía.
Una vía más de apoyo para infraestructura científica y tecnológica se da mediante varias de las convocatorias de Conacyt, como Fronteras de la Ciencia, Atender a Problemas Nacionales, Fondo SEP-Conacyt y, en general, todos los fondos sectoriales, mixtos e institucionales. Por esta vía se apoya tanto a instituciones como a investigadores en particular. En comparación con otras naciones miembros de la OCDE y algunos países latinoamericanos, el gasto en instrumentos y equipo dedicado a Investigación Científica y Desarrollo Experimental que invierte el país es relativamente alto, mayor que en Francia y Chile, y comparable con lo que destina Gran Bretaña. Los frutos de esta inversión se reflejan en la generación de conocimiento cada vez de mayor calidad.
Sin embargo, estamos conscientes de que, aun con estos esfuerzos, nos queda camino por delante para garantizar el nivel de infraestructura que requieren el país y la comunidad científica y tecnológica. Es claro que, en los primeros casos, laboratorios nacionales, grandes infraestructuras, estrategias de colaboración nacional e internacional, la fuente primordial de financiamiento debe ser con fondos públicos. Conacyt asume esta responsabilidad, prueba de ello son las nuevas convocatorias mencionadas. Además, es fundamental destinar apoyos a investigadores y a doctorantes para el desarrollo de sus trabajos. Aquí se requiere de la colaboración de todos los actores que conformamos el sistema nacional de ciencia y tecnología. Los recursos necesarios no pueden venir solamente de estas convocatorias. Es necesaria la participación de las instituciones de educación superior y centros públicos de investigación en este financiamiento. Tener programas de especialidad, maestría y doctorado no es sólo contar con grupos académicos sólidos, también requiere de equipamiento para el desarrollo experimental.