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Ser idóneo, no garantiza lo idóneo para la escuela



Publicado por: Jesus Andriano en

noviembre 17, 2016 82069 Visitas



De acuerdo a Ley General de Servicio Profesional Docente establecida en el 2013, se señaló que el ingreso al servicio docente, estaría condicionado por la aprobación de una evaluación, así mismo se planteó que todos los docentes en servicio serían evaluados por lo menos cada cuatro años; con la finalidad de contribuir a favorecer el quehacer profesional y con ello mejorar los resultados de los procesos educativos, bajo el entendido de evaluar para mejorar; y con ello validar la puesta en marcha de una reforma educativa.

 

En el caso específico se pondero la contratación de maestros prelados, anteponiendo el grado de idoneidad A, B o C, a partir de los resultados de una evaluación de conocimientos y no propiamente de desempeño; en este sentido la asignación de plazas se diversifico, no solo para aquellos del campo de la pedagogía, sino para cualquier profesionista que asumiera tener capacidades docentes y aprobará una evaluación; en el mejor de los casos para aquellos que tienen la identidad docente y consideran que puede ser una oportunidad profesional y por lo tanto de enriquecimiento social.

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Se supuso que el grado de idoneidad fortalecería la alternativa de contratar a los mejores candidatos y con ello subsanar los problemas educativos e incluso se manifestó que la evaluación era una posibilidad para mejorar el desempeño de los que se encontraban en servicio. Con la contratación de docentes acreditados por un examen de conocimientos, se generó la nueva tipología docente, el idóneo A, B o C; es decir se instauró un modelo selectivo y clasista, docentes de primera, de segunda y de tercera; avalado por una evaluación y establecido por un instituto, pero no valorado por las competencias y el desempeño de la práctica docente.

 

Sin duda la dinámica laboral en las escuelas se diversifico; pero con la incertidumbre de que en la mayoría de las escuelas no existen indicadores para comprobar qué tipo de docente, es el que se contrató, e incluso el docente novel desconoce la escuela, características, condiciones, y por supuesto la dinámica de la escuela a la que se le asigno; en la contratación no se le especifica al docente, si va a ser capacitado; en la mayoría de las escuelas no existe un curso de inducción sobre las acciones que se desarrollarán, simplemente se le anuncia —maestro, ese es su grupo y estos son sus alumnos—

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Con el paso del tiempo, el docente novel establece un empoderamiento sobre lo que debe, puede e incluso considera hacer, argumentando haber sido evaluado de acuerdo a un nivel A, B o C, acción que no fue realizada por docentes que ya tienen una plaza asegurada y que no propiamente fue mediante un examen; ante dicha disyuntiva, la dinámica organizacional se convierte en una serie de señalamientos sobre la idoneidad de un dictamen, dejando a deriva acciones del desempeño de cada uno de los docentes, si bien la obtención de una plaza, no sinónimo de éxito, esta se convierte un foco de atención, donde la escuela es la principal cómplice en aceptar prácticas docentes validadas por un conocimiento y no por el desempeño.

 

Ante la política de la evaluación, el ser docente se reduce a una práctica artificial, considerando a la escuela como el laboratorio perfecto para la fabricación de aquello que se dice debe ser idóneo.

publicado en la pagina del autor      http://www.jesusandriano.com/

 

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